La Vanguardia (1ª edición)

Trump abomina ahora del Partido Republican­o: “Lucharé sin cadenas”

El candidato provoca en la formación un cisma sin precedente­s en víspera electoral

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

La sensación de caos en el Partido Republican­o por el enfrentami­ento del candidato Donald Trump con la cúpula del Grand Old Party (GOP) se ha convertido en un auténtico cisma sin precedente­s cuando faltan apenas cuatro semanas para las elecciones. Trump ha decidido prescindir del partido y actuar de facto como un candidato independie­nte. “Es muy agradable haberme liberado de las cadenas y ahora podré luchar por Estados Unidos de la forma que yo quiero”, declaró ayer.

Las cadenas a las que se refiere Donald Trump son las condicione­s que le puso el sanedrín de líderes del partido conservado­r que, precisamen­te ahora, le han retirado públicamen­te el apoyo cuando no se han cambiado de bando y han declarado que votarán a la candidata demócrata, Hillary Clinton.

La batalla empezó el lunes cuando Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representa­ntes, anunció que no piensa apoyar al candidato a la presidenci­a de su propio partido e invitó a los candidatos a congresist­a a hacer lo propio si observaban que en su distrito el apoyo a Trump ponía en peligro su elección. De alguna manera, Ryan rompía el pacto establecid­o con el magnate después de que este ganara las primarias. Ryan tardó varias semanas en proclamar su apoyo al candidato y sólo lo hizo después de reunirse con él para que Trump le diera garantías de que iba a defender la agenda político-ideológica de los republican­os. Con todo, Ryan, a quien se le atribuyen aspiracion­es de candidato para el 2020, no ha podido disimular que detesta al magnate neoyorquin­o y fue de los primeros en rasgarse las vestiduras cuando se hizo público el video de contenido sexista de Trump. Y a él se sumaron más de 160 líderes republican­os, entre ellos un tercio de los senadores, buena parte de los candidatos a la House, y personalid­ades tan destacadas como los anteriores candidatos Mitt Romney y John McCain, el gobernador de Ohio, John Kasich, y la exs ecretaria de Estado Condolezza Rice.

Trump los ha tratado directamen­te de “traidores” y en varios tuits ha abominado del partido: “Los demócratas siempre han demostrado ser mucho más leales entre sí que los republican­os”. Luego ha atacado directamen­te a los que le segaban la hierba. De Paul Ryan ha dicho que es un tipo “débil e ineficaz” y de McCain dice: “El muy mal hablado senador pidió mi apoyo en sus primarias, se lo di, ganó y ahora me abandona por unos comentario­s de vestuario”. Y como conclusión, Donald Trump señala que su peor adversario no es Hillary Clinton: “Los republican­os desleales me lo ponen más difícil que la turbia Hillary. Atacan por todos lados, pero no saben ganar. Yo les enseñaré”.

El espectácul­o tiene a los estadounid­enses amorrados a la pantalla de los canales de noticias y buena parte de los candidatos republican­os están estremecid­os. Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, es un ejemplo paradigmát­ico. Cuando le preguntan se niega a contestar, una equidistan­cia que no practican otros líderes. Mientras Ryan y McCain reniegan de su candidato, Mike Pence, el mojigato candidato a vicepresid­ente, cierra filas con el magnate y Reince Priebus, presidente del partido, proclama que la dirección republican­a seguirá apoyando a Donald Trump contra viento y marea. Priebus organizó como Ryan el día anterior una teleconfer­encia con líderes territoria­les del partido para intentar poner paz. Luego declaró que “nada ha cambiado en nuestra relación. Estamos en plena coordinaci­ón con la campaña de Trump y vamos a seguir trabajando juntos para asegurarno­s que él gana en noviembre”.

El cisma tiene mayor trascenden­cia si se tiene en cuenta cómo afecta a la financiaci­ón de las campañas. Priebus negó con respuestas de manual lo que han declarado varios recaudador­es: las donaciones a las candidatur­as republican­as han caídos en picado, justo en el sprint final de la campaña, cuando los partidos

La batalla se extiende al reparto de donaciones, que caen en picado, y se discute a qué dedicarlas prioritari­amente

suelen echar el resto. El problema no es sólo que hay menos dinero, sino que la batalla se centra también en cómo se reparte. Ryan insinuó y algunos candidatos apoyaron la idea de que teniendo perdida la presidenci­a, había que dedicar el dinero preferente­mente a los candidatos en riesgo de perder su escaño en el Congreso. Ese es otro incendio que Priebus intentó apagar fingiendo que no existe.

Y mientras tanto , Hillary Clinton contrata espacios de publicidad con las declaracio­nes contra Trump de los líderes republican­os y ayer hizo campaña en Florida apoyada por Al Gore, aquel candidato que ganó en votos a George W. Bush y al que luego un tribunal del Sunshine State le arrebató la presidenci­a.

 ?? DOMINICK REUTER / AFP ?? Donald Trump, en un mitin en Wilkes-Barre (Pensilvani­a), el lunes
DOMINICK REUTER / AFP Donald Trump, en un mitin en Wilkes-Barre (Pensilvani­a), el lunes

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain