La Vanguardia (1ª edición)

Gambito de dama

- Quim Monzó

La primera en plantarse ha sido Nazi Paikidze, una de las mejores ajedrecist­as de Estados Unidos. En los diarios de aquel país los titulares reproducen sus palabras: “Antes sacrificar­é mi carrera que verme forzada a ponerme un hiyab”. ¿Y por qué tendría que ponerse un hiyab Paikidze, si no lleva nunca ni le apetece hacerlo? Pues porque el próximo Campeonato Mundial Femenino de Ajedrez se celebrará en Irán el año que viene y es sabido que, venga de donde venga y profese la religión que profese (o no profese), en cuanto una mujer llega a aquel Estado islámico tiene que cubrirse la cabeza con un velo. El domingo lo explicaba Catalina Gómez Ángel en la página 14 de La Vanguardia.

Paikidze anunció que boicoteará el campeonato si no le permiten ir con la cabeza descubiert­a. Sabe que es una decisión que marcará su currículo deportivo, pero no quiere pasar por el aro. En las redes sociales que utiliza ha escrito: “No me pondré ningún hiyab para apoyar la opresión de la mujer. Aunque signifique perderme una de las competicio­nes más importante­s de mi carrera. Escribo este post para los que no entienden por qué boicoteo la decisión de la Federación Internacio­nal de Ajedrez. Me parece inaceptabl­e que se celebre un campeonato del mundo para MUJERES en un sitio en el que las mujeres no tienen derechos fundamenta­les básicos y son tratadas como ciudadanos de segunda clase”. Susan Polgar, dirigente de la Federación, le ha dicho que vale más que se calle y se reserve sus opiniones, y ha sacado el sonsonete tronado de siempre: que tenemos que entender las “diferencia­s culturales”. El mismo que me decían hace cerca de treinta años unas autodenomi­nadas “feministas”, cuando escribía en el Diari de Barcelona artículos contra las ablaciones de clítoris: “Es su cultura y tenemos que entenderla...”.

En estos últimos Juegos Olímpicos de Río, hemos visto musulmanas que participab­an en competicio­nes de voleyplaya, de atletismo, de esgrima... Tapadas de pies a cabeza. Y nadie se lo prohibió. Imagino que, vestidas de esa forma, correr los 100 metros o disputar un partido de voley-playa bajo el sol no debe de ser muy cómodo. Allá ellas.

Primero ha sido Paikidze, pero estos días se han añadido otras. La ecuatorian­a Carla Heredia, que fue campeona panamerica­na. Y Carolina Luján, quíntuple campeona argentina, que confiesa tener miedo: “Considero un peligro competir en un país donde, por ley, pueden obligarme a utilizar hiyab o prohibirme preparar con mi entrenador hombre en un lugar cerrado. También me da miedo que un malentendi­do o mi desconocim­iento de la cultura del país pueda provocar una ofensa que me lleve a la cárcel o algo peor”. Como no podía ser de otra forma, se oyen voces con el blablablá habitual: que no es correcto llamar a boicotear el campeonato, que estos juegos son importante­s para Irán... No entiendo qué problema hay ahora con el boicot. Se hacen desde hace siglo y medio y, en este caso, está justificad­ísimo. Que sólo participen ajedrecist­as islamistas, vestidas con escafandra de buzo si lo consideran necesario.

Se hacen boicots desde hace siglo y medio y, de cara al Campeonato Mundial de Ajedrez , está justificad­o

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