Rajoy logra la presidencia con el desgarro del PSOE
Con 170 síes, 68 noes y 111 abstenciones, avisa que no revertirá sus políticas Bronca en el pleno por la abstención socialista, que sufre 15 deserciones Después de 315 días en funciones, revelará su gobierno el jueves
El abrazo del pesar. Antonio Hernando, portavoz socialista, fue el primero en felicitar a Rajoy por su investidura. En las filas socialistas hubo 68 abstenciones y 15 noes. De estos, siete fueron de los diputados del PSC.
Mariano Rajoy es presidente y ya saca pecho. El pleno del Congreso le otorgó la confianza con 170 votos a favor, 111 votos en contra, incluidos 15 de los diputados del PSOE, y otras 68 abstenciones. Un no ampliado por la anunciada ruptura de la disciplina de voto de 15 parlamentarios de las filas socialistas. Ahí iba todo el PSC y con él una nueva crisis que se suma a la batalla abierta por Pedro Sánchez al renunciar a su escaño horas antes de la votación para echarse a la carretera y dar la batalla por recuperar el liderazgo perdido a manos de la gestora.
De nuevo con el control del calendario electoral en sus manos, Rajoy convirtió su teórica mano tendida del miércoles en una exigencia de adhesión a la práctica. Rajoy no sólo no aceptará una demolición de sus políticas sino que sostiene que perseverará. Lo hará incluso en su particular manejo de los tiempos. No informará al Rey de la composición del nuevo gobierno hasta el jueves y se toma así su tiempo para diseñar un nuevo ejecutivo que obligará a reordenar competencias ministeriales.
Rajoy tiene delante un PSOE en riesgo de demolición, a Podemos lanzando “abrazos” a los manifestantes que protestaban a la hora del debate en las calles de Madrid, y a los partidos independentistas catalanes reafirmando su apuesta por el “referéndum o referéndum”. Un escenario político multidimensional con un estado de tensión creciente en el hemiciclo que será difícil de contener en una legislatura incierta.
El PP tiene ahora la obligación de arremangarse para sumar apoyos a los presupuestos. Los contactos previos a la investidura permitieron al Gobierno avanzar en un acuerdo en torno al techo de gasto y el límite de déficit y, durante el debate, Rajoy sembró lo suficiente el terreno de juego con el PNV como para asumir que la legislatura del vía crucis no tenga más peajes de los esperados. Pero el presidente quiere evitar –también ante Europa– la imagen de estar en manos de la oposición en el Congreso y ayer repintó sus líneas rojas: “No me pidan ni pretendan imponerme lo que no puedo aceptar”. En ese paquete incluye su respuesta al proceso soberanista catalán: nada de negociar la unidad de España, tampoco incumplir nuestros compromisos con la UE ni quebrar la estabilidad presupuestaria.
La apelación de Rajoy a la Cámara ya no fue sólo a la responsabilidad, fue a la “madurez” de la recién inaugurada alianza tripartita de PP, Ciudadanos y PSOE. El presidente asegura que no pide la luna, pero avisó de que “no se sostiene dar paso a la investidura y desamparar al gobierno que resulta de la misma”. El pacto con Ciudadanos concede a Rajoy cierto margen, aunque Albert Rivera intente marcar el paso de Rajoy –“si cumple con las exigencias de C’s, esto va a salir bien”–. Pero el presidente debe también contar con el concurso del PSOE más allá de su
traumática abstención de ayer.
Los socialistas llegaron al debate divididos y lo acaban desgarrados. Los quince votos incumpliendo el mandato del comité federal esperan respuesta del nuevo mando socialista, pero a ellos se sumaron un par de abstenciones “por imperativo”. Mario Jiménez, el portavoz de la gestora, anunció en el mismo patio del Congreso la revisión “indispensable” de las relaciones con el PSC y que se analizarán con calma las indisciplinas de los seis diputados militantes del PSOE para determinar si se imponen sanciones.
Los deberes de la gestora que dirige Javier Fernández incluyen desde ayer por la mañana el frente abierto por Pedro Sánchez, que en su renuncia reclamó la convocatoria urgente de primarias para liderar el partido. El “momentáneo paso al lado” de Sánchez oficializó una nueva etapa de hostilidades con el poder orgánico socialista al poner sobre la mesa una enmienda a la totalidad del trabajo del nuevo mando socialista. Sánchez se pone en manos de la militancia y reivindica la alianza del PSOE con el PSC como indispensable para avanzar hacia la “solución federal”, pero el grupo socialista en el Congreso se limitará a exigir diálogo a Rajoy para poner fin a la “fractura insostenible” entre Catalunya y el resto de España.
Podemos inauguró su particular oposición a Rajoy con un pie en la calle. La abstención del PSOE evitó que Podemos afrontara el debate sobre su papel en la Cámara, pero este es ineludible. Ayer, Pablo Iglesias vislumbró su particular “nueva España” del que el Gobierno de Rajoy será “un epílogo” mientras varios miles de personas respondieron a la convocatoria ”Rodea el Congreso”.
Pero la tensión estaba en el interior. Pablo Iglesias y Albert Rivera saldaron cuentas primero desde la tribuna y posteriormente lo hicieron sus grupos lanzándose improperios desde los escaños, pero fue el diputado de ERC Gabriel Rufián el que logró la repulsa de la mayoría absoluta de la Cámara. Su intervención descalificando a los socialistas por su abstención a la investidura provocó el enojo de los diputados del PSOE, que contaron con los aplausos solidarios de PP, Ciudadanos y hasta el jefe de filas del PNV. Rufián no retiró sus imputaciones y votó “no es no”, recuperando la frase del ya exdiputado Sánchez.