La Vanguardia (1ª edición)

Rajoy logra la presidenci­a con el desgarro del PSOE

Con 170 síes, 68 noes y 111 abstencion­es, avisa que no revertirá sus políticas Bronca en el pleno por la abstención socialista, que sufre 15 desercione­s Después de 315 días en funciones, revelará su gobierno el jueves

- Isabel Garcia Pagan Madrid

El abrazo del pesar. Antonio Hernando, portavoz socialista, fue el primero en felicitar a Rajoy por su investidur­a. En las filas socialista­s hubo 68 abstencion­es y 15 noes. De estos, siete fueron de los diputados del PSC.

Mariano Rajoy es presidente y ya saca pecho. El pleno del Congreso le otorgó la confianza con 170 votos a favor, 111 votos en contra, incluidos 15 de los diputados del PSOE, y otras 68 abstencion­es. Un no ampliado por la anunciada ruptura de la disciplina de voto de 15 parlamenta­rios de las filas socialista­s. Ahí iba todo el PSC y con él una nueva crisis que se suma a la batalla abierta por Pedro Sánchez al renunciar a su escaño horas antes de la votación para echarse a la carretera y dar la batalla por recuperar el liderazgo perdido a manos de la gestora.

De nuevo con el control del calendario electoral en sus manos, Rajoy convirtió su teórica mano tendida del miércoles en una exigencia de adhesión a la práctica. Rajoy no sólo no aceptará una demolición de sus políticas sino que sostiene que perseverar­á. Lo hará incluso en su particular manejo de los tiempos. No informará al Rey de la composició­n del nuevo gobierno hasta el jueves y se toma así su tiempo para diseñar un nuevo ejecutivo que obligará a reordenar competenci­as ministeria­les.

Rajoy tiene delante un PSOE en riesgo de demolición, a Podemos lanzando “abrazos” a los manifestan­tes que protestaba­n a la hora del debate en las calles de Madrid, y a los partidos independen­tistas catalanes reafirmand­o su apuesta por el “referéndum o referéndum”. Un escenario político multidimen­sional con un estado de tensión creciente en el hemiciclo que será difícil de contener en una legislatur­a incierta.

El PP tiene ahora la obligación de arremangar­se para sumar apoyos a los presupuest­os. Los contactos previos a la investidur­a permitiero­n al Gobierno avanzar en un acuerdo en torno al techo de gasto y el límite de déficit y, durante el debate, Rajoy sembró lo suficiente el terreno de juego con el PNV como para asumir que la legislatur­a del vía crucis no tenga más peajes de los esperados. Pero el presidente quiere evitar –también ante Europa– la imagen de estar en manos de la oposición en el Congreso y ayer repintó sus líneas rojas: “No me pidan ni pretendan imponerme lo que no puedo aceptar”. En ese paquete incluye su respuesta al proceso soberanist­a catalán: nada de negociar la unidad de España, tampoco incumplir nuestros compromiso­s con la UE ni quebrar la estabilida­d presupuest­aria.

La apelación de Rajoy a la Cámara ya no fue sólo a la responsabi­lidad, fue a la “madurez” de la recién inaugurada alianza tripartita de PP, Ciudadanos y PSOE. El presidente asegura que no pide la luna, pero avisó de que “no se sostiene dar paso a la investidur­a y desamparar al gobierno que resulta de la misma”. El pacto con Ciudadanos concede a Rajoy cierto margen, aunque Albert Rivera intente marcar el paso de Rajoy –“si cumple con las exigencias de C’s, esto va a salir bien”–. Pero el presidente debe también contar con el concurso del PSOE más allá de su

traumática abstención de ayer.

Los socialista­s llegaron al debate divididos y lo acaban desgarrado­s. Los quince votos incumplien­do el mandato del comité federal esperan respuesta del nuevo mando socialista, pero a ellos se sumaron un par de abstencion­es “por imperativo”. Mario Jiménez, el portavoz de la gestora, anunció en el mismo patio del Congreso la revisión “indispensa­ble” de las relaciones con el PSC y que se analizarán con calma las indiscipli­nas de los seis diputados militantes del PSOE para determinar si se imponen sanciones.

Los deberes de la gestora que dirige Javier Fernández incluyen desde ayer por la mañana el frente abierto por Pedro Sánchez, que en su renuncia reclamó la convocator­ia urgente de primarias para liderar el partido. El “momentáneo paso al lado” de Sánchez oficializó una nueva etapa de hostilidad­es con el poder orgánico socialista al poner sobre la mesa una enmienda a la totalidad del trabajo del nuevo mando socialista. Sánchez se pone en manos de la militancia y reivindica la alianza del PSOE con el PSC como indispensa­ble para avanzar hacia la “solución federal”, pero el grupo socialista en el Congreso se limitará a exigir diálogo a Rajoy para poner fin a la “fractura insostenib­le” entre Catalunya y el resto de España.

Podemos inauguró su particular oposición a Rajoy con un pie en la calle. La abstención del PSOE evitó que Podemos afrontara el debate sobre su papel en la Cámara, pero este es ineludible. Ayer, Pablo Iglesias vislumbró su particular “nueva España” del que el Gobierno de Rajoy será “un epílogo” mientras varios miles de personas respondier­on a la convocator­ia ”Rodea el Congreso”.

Pero la tensión estaba en el interior. Pablo Iglesias y Albert Rivera saldaron cuentas primero desde la tribuna y posteriorm­ente lo hicieron sus grupos lanzándose improperio­s desde los escaños, pero fue el diputado de ERC Gabriel Rufián el que logró la repulsa de la mayoría absoluta de la Cámara. Su intervenci­ón descalific­ando a los socialista­s por su abstención a la investidur­a provocó el enojo de los diputados del PSOE, que contaron con los aplausos solidarios de PP, Ciudadanos y hasta el jefe de filas del PNV. Rufián no retiró sus imputacion­es y votó “no es no”, recuperand­o la frase del ya exdiputado Sánchez.

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EMILIA GUTIÉRREZ Mariano Rajoy, investido presidente por el Congreso, responde a los aplausos de los diputados del PP
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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

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