El momento de la política

LA política española entra a partir de hoy en un terreno inexplorado: el del diálogo, la negociación y el pacto. Se dirá que esa es la base de la propia democracia, pero las mayorías absolutas desvirtúan esta receta moderada. Esta nueva etapa resulta apasionante, desde el punto de vista que necesitará de mucha templanza, seducción e inteligencia. Habrá que hacer más caso a los encuentros cara a cara que a las redes sociales. No estaría de más que los voceros de los partidos dejaran de encender al personal a través de Twitter y la Sexta. La política necesita un poco de pausa y un mucho de prudencia. Este es un país que disfruta con el cruce de navajas dialéctico. Pero quien quiera excitarse con la política, que mire House of cards, State of affairs y Borgen. O que siga a Pablo Iglesias, que dará días de gloria a la civilización del espectáculo.

Ha sido un drama, casi una tragedia, para algunos llegar a este punto. Las abstenciones de PSOE han necesitado un big bang interno del que no está nada claro que nazca algo nuevo. Javier Fernández, el piloto de la gestora socialista, es un hombre sensato, pero triste. Más que convencimiento en lo que dice, manifiesta resignación. Que su último secretario general dejara ayer su acta de diputado, que el PSC en pleno votara en contra de Rajoy y que un puñado de parlamentarios socialistas decidiera no seguir la abstención impuesta por la gestora supone que la decisión ha causado heridas graves. Si el PSOE se deja llevar por el cainismo, por más que le ponga almíbar la prensa amiga, el socialismo lo pagará muy caro.

Lo positivo de la situación actual es que vuelve la política. Y que tenemos por delante la posibilidad de afrontar las grandes reformas que necesita España. Y dar una salida a la cuestión catalana. Ese es el gran reto y es lo que tiene de apasionante el momento político. Pero si nuestros dirigentes se distraen en el politiqueo, en la miseria partidista y en el postureo ideológico, no saldremos del laberinto.