Josep Maria Bartomeu
PRESIDENTE DEL FC BARCELONA
La asamblea general de compromisarios del FC Barcelona respaldó ampliamente la gestión al frente de la entidad de Bartomeu (53), que reconoció errores y se mostró con ilusión y fuerzas para proseguir su mandato.
Para esperar a que se inicie la asamblea general ordinaria nada mejor que sumergirse en la Memoria 2015/2016 del club y la Fundación. Es una literatura densa, con muchos datos y un duelo fotográfico entre Josep Maria Bartomeu (34 apariciones en la memoria del club, 20 en la de la fundación) y Jordi Cardoner (12 y 26). La megafonía emite jazz soft de sex shop hasta que suena El cant del Barça y salen los directivos. Deben de tener prisa porque sólo dejan que suene la primera estrofa. Bartomeu va al grano y se asegura el titular contra Javier Tebas, el abominable dirigente que lo es gracias al Barça.
Fiel a su estilo, se muestra amable, hace equilibrios con las palabras (“una temporada de rècords i de records”) y devora sílabas que convierten a Susanna Monje en vicesidenta. Monje torea las cifras con elegancia y obtiene una unanimidad búlgara. Pronunciadas por ella, palabras como inmovilizado y conceptos de metafísica contable como activo circular no suenan a narcolepsia. Aparece Òscar Grau. Aún le cuesta introducir una fisonomía de jugador de balonmano en un traje de eso que ahora llamamos presuntuosamente CEO y no desentona con el nivel retórico general de los ponentes. Robert Fernández no aporta gran cosa y los compromisarios sólo le aplauden las renovaciones. Al tratar el patrocinio de Qatar emergen las contradicciones entre principios y necesidades.
Las intervenciones son respetuosas y la sensación de orden, coordinado por Pere Jansà, se transmite a las azafatas, que, con impavidez heteropatriarcal, levantan los letreros de turno de palabra. La buena voluntad se alterna con cierta incontinencia hacia la anécdota que los directivos acogen con la alegría de saber que no pasarán por ningún apuro. Un socio pide que en el escudo del club se cambie la bandera catalana por la estelada. A la hora de defender la prórroga del patrocinio, a Manel Arroyo le pasa como a Rajoy: convence más en las réplicas que en el discurso. La votación certifica la qatarsis y, el redactado perverso de la pregunta abre una mínima ventana a que el futuro patrocinador no sea Qatar y, al mismo tiempo, pone la alfombra roja para que lo acabe siendo. La ceremonia tiene una dimensión terapéutica. A medida que pasan las horas se confirma la placidez asamblearia de la jornada y se propician fenómenos paranormales, como acabar creyendo que Cardoner, Arroyo y Bladé son la misma persona. A la hora de defender su gestión, Bartomeu utiliza la estrategia Montilla, que funciona a base de extenuar al adversario y de paralizarlo con un discurso monocorde y de una insipidez que, si ayer se hubiera votado, seguro que habría sido aprobada.
Al tratar el patrocinio de Qatar, emergen las contradicciones entre principios y necesidades