Historia del socialismo
PSC y PSOE se fundieron en Catalunya en un solo partido hace treinta y ocho años; ahora esa unión está en la picota
El PSC y el PSOE se fundieron en Catalunya en un sólo partido hace treinta y ocho años, una unión que ahora vive sus horas más bajas.
Domingo, 16 de julio de 1978. Alfonso Guerra declara en una entrevista a La Vanguardia que “la unidad socialista beneficia a la clase obrera y a Catalunya”. Guerra bendice con entusiasmo lo que va a ocurrir en Barcelona aquel día: el congreso de unificación de las familias socialistas que hasta aquel momento habían competido por el electorado catalán. El Partit Socialista de Catalunya (Congrés), que lideraba Joan Reventós; el Partit Socialista de Catalunya (Reagrupament) que hasta su fallecimiento dirigió Josep Pallach y la federación catalana del PSOE a cuyo frente estaba Josep Maria Triginer.
Un día antes, sábado, los tres partidos habían celebrado sus respectivos congresos para aprobar el proceso de unidad del que resultaría, al día siguiente, el nacimiento del PSC-PSOE con Joan Reventós como primer secretario del nuevo partido.
El resultado de los tres congresos pusieron en evidencia que la unidad no fue precisamente pacífica y que, especialmente en la federación catalana del PSOE, quedaron algunas heridas en las que se empezaron a larvar las discrepancias que periódicamente han asomado en las relaciones entre el PSC y el PSOE y que ahora, tras el golpe de Ferraz, toman especial relevancia.
Leyendo el protocolo de unidad de los tres partidos firmado entonces cabe concluir que la gran perdedora fue precisamente la presencia del PSOE en Catalunya. Pero era lógico que así fuera. Para el PSOE, la contrapartida a aquel acuerdo tan ventajoso para los socialistas catalanes consistía en que la fusión con el PSC serviría de palanca con la que se iba a mover el mapa de la socialdemocracia española escindida en una larga lista de partidos de alcance regional o estatal cuya existencia hacía inviables los planes de futuro para los nuevos líderes del PSOE, Alfonso Guerra y Felipe González.
La galaxia socialista española era extensa entonces, desde el PSP de Tierno Galván, pasando por el PSA, el Partido Socialista de Andalucía, el PSG de Galicia, el PSPV valenciano o el PSM de Madrid. Todos
Guerra sedujo al PSC con un ventajoso acuerdo que le permitió empezar a consolidar su hegemonía en España
ellos formaban parte de la federación de partidos socialistas españoles –en el que estaba integrado el PSC– con la que competía el PSOE por la dirección de la renovada socialdemocracia española. El acuerdo con el PSC fue la palanca que empezó a mover aquel universo lleno de estrellas enanas o no tanto. El otro objetivo no menor de aquella maniobra era batir al PCE en España y el PSUC en Catalunya. Felipe González cerró el congreso de unidad celebrado en el Palacio de Congresos de Montjuïc.
Esta batalla por la hegemonía del PSOE en España es el trasfondo que explica la generosidad con la que Guerra y Felipe cierran su acuerdo con el PSC renunciando a estar representados directamente en los órganos de gobierno del nuevo partido catalán en la que se integran los miembros de la federación socialista como miembros del PSC, no del PSOE.
Por el contrario, según aquel protocolo, el PSC, “en virtud de su soberanía decide la participación en los organismos representativos y decisorios comunes con el PSOE”. Es decir, el PSC era quien, en última instancia, tenía y sigue teniendo hasta ahora la última palabra sobre cómo se relacionan los dos partidos hermanos.
Es más, el PSC se arrogaba la “competencia exclusiva para establecer su estructura interna, regular su disciplina, elaborar su línea política y su programa en Catalunya”. En Catalunya. Esta precisión es importante. El protocolo establece que el PSC enviará a sus delegados al congreso federal del PSOE para debatir la estrategia a nivel estatal pero la aplicación de esas políticas en Catalunya sería y sigue siendo una tarea exclusiva
El PSOE sugiere que su vínculo con el PSC debe ser como la CDU y la CSU alemana, juntos pero no revueltos
del PSC. Otro tanto ocurría en el comité federal socialista, el órgano de gobierno del PSOE, clave en la crisis que en estos momentos están viviendo los socialistas. Desde 1978 el PSC decide cómo y quién le representa en el comité. En cambio, el PSOE no tiene representantes en el consejo nacional del PSC, la institución interna catalana comparable con el comité federal.
En reciprocidad, el PSOE sólo se garantizaba en aquel protocolo la presencia en Catalunya porque el PSC debía adoptar la simbología de los socialistas españoles. Ese fue, en esencia, el trueque. (A quienes estén familiarizados con las negociaciones entre los comunes catalanes y Podemos, toda esta historia les resultará sorprendentemente familiar).
Tras los acontecimientos de la tarde noche de ayer, cuando los socialistas catalanes votaron en bloque en contra de Rajoy, en el PSOE hay quien sostiene que el protocolo debería someterse a revisión y que el modelo que seguir es el que vincula a los socialcristianos bávaros de la CSU con los democristianos de la CDU, el partido de Merkel. Ambas formaciones son independientes –tienen sus propios órganos de gobierno y sus congresos al margen de su aliado– y sólo las juventudes de ambos partidos comparten organización. ¿Es eso lo que quiere el PSOE? Bueno. A saber qué quiere el PSOE ahora.