Elecciones antiglobalización
Trump canaliza su populismo posicionándose contra los nuevos tratados internacionales y obliga a Clinton a seguirle
Estas son las primeras elecciones de una nueva era de antiglobalización. Cualquiera que lo dude debió ver las caras de póquer de los invitados a la fundación benéfica de Alfred E. Smith la semana pasada en el hotel Waldorf Astoria de Manhattan, donde los dos candidatos a presidir el país contaron chistes ante un público selecto de Wall Street y de corporaciones multinacionales, todos vestidos de pajarita blanca. ¿Quién se permite el lujo de reírse cuando Donald Trump propone eliminar todos los tratados de libre comercio e inversión, negociados a puerta cerrada por muchos de esos mismos bancos y corporaciones?
Aún peor, Hillary Clinton –que hasta la fecha mantiene una estrecha amistad con el club de Davos– parece querer ir por el mismo camino que su rival. Si esto aguaba la fiesta en el Waldorf, ensombreció también la ya deprimida asamblea del FMI y del Banco Mundial celebrada en Washington unos días antes, todavía en estado de shock por la decisión de los británicos de abandonar la UE. “El populismo de Trump está logrando que la gente sólo mire hacia dentro; igual que el Brexit”, se lamentó un alto directivo del fondo en una reunión a puerta cerrada con algunos medios.
Trump ha canalizado la ira desatada por el estancamiento salarial en EE.UU. posicionándose contra un modelo de globalización defendido durante más de 20 años por el establishment político tanto republicano como demócrata. “Trump ha insertado un mazo en la máquina; se opone a esos acuerdos y ha obligado a Hillary a hacer lo mismo”, afirma Dean Baker, del Centro de Investigación sobre Política Económica (CEOR) en Washington. El rechazo del magnate a los acuerdos transpacífico (TPP) y transatlántico (TTIP), así como el histórico tratado de liberalización con México firmado por Bill Clinton en 1994 (Nafta), “ha inmerso el sistema en la confusión total; Clinton ya se sentía presionada por Bernie Sanders (su rival de izquierdas en las primarias) y ha tenido que seguirle la jugada a Trump”, añade Baker.
Clinton ha dado un giro de 180 grados en su apoyo al nuevo tratado transpacífico, un acuerdo entre EE.UU. y Asia que excluye a China calificado hace sólo dos años por la demócrata como “el patrón oro” de la liberalización. Si mantiene esa posición tras su probable victoria, resultará un quebradero de cabeza para sus donantes financieros y empresariales, que contaban con estos tratados para sortear los escollos para sus inversiones transnacionales. “En realidad, no se trata de quitar trabas al comercio entre Asia y EE.UU., lo que quieren es una estructura favorable a las inversiones multinacionales y para proteger sus patentes”, explicó Baker. Los principales donantes de Clinton son gigantes corporaciones globales como Google, DreamWorks, Time Warner, Morgan Stanley o Bank of America, que requieren medidas de protección para su propiedad intelectual, así como la apertura en áreas más allá del libre comercio de bienes, como medios de comunicación y finanzas.
El giro no es visto con buenos ojos en la Casa Blanca. Según cuenta el escritor Mark Lander, en su libro Alter egos, Obama se mostró exasperado por el oportunismo de la candidata. “Cuando le informaron que Clinton había cambiado su posición respecto al TPP, el presidente miró al techo y suspiró”, explica Lander. Sólo un acuerdo de última hora entre Obama y el Congreso para aprobar el acuerdo transpacífico por la vía rápida salvará un proyecto de integración económica. Se trata de un asunto tan importante para el Pentágono como para el Tesoro. Muchos consideran que el acuerdo con los países de la cuenca del Pacífico es crucial para evitar que otros países sigan a Filipinas por el camino de acercamiento
Cuando informaron a Obama que Clinton no apoyaba el acuerdo comercial con Asia, el presidente suspiró
a China. “El acuerdo del Pacífico es geopolítico, pura estrategia militar de contención de China”, dijo Michael Lind, del think tank New América en Washington: “Si fuera un acuerdo comercial, ¿por qué demonios excluir a China?” El TTIP, por su parte, “demuestra que la globalización ha fracasado; es un minitratado global con sólo el 40% del PIB mundial y sin China”, dice.
Puede que Clinton, una vez instalada en la Casa Banca, no sea tan rebelde en el área de globalización. Según los correos filtrados por Wikileaks, la demócrata ha insistido en reuniones secretas con diversos bancos internacionales que quería ampliar esos acuerdos. “Hace falta una posición pública y otra a puerta cerrada”, confesó en una reunión con el banco global Goldman Sachs
La antiglobalización de Trump tampoco es muy de fiar, según advierte Larry Mishel, del Instituto de Política Económica en Washington. “Trump se opone a los tratados, pero defiende la agenda de desregulación y de recortes de impuestos de las multinacionales y bancos, los mismos que presionan por los acuerdos de liberalización”, dijo. “Trump empieza por ser populista, pero acaba siendo de la cámara de comercio”.