La Vanguardia (1ª edición)

El fraude energético, un fenómeno a combatir

Las conexiones irregulare­s a la red o la manipulaci­ón de contadores suponen un riesgo para quien las ejecuta y para todas las personas de alrededor de la instalació­n

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El Ayuntamien­to de Lloret ordenó el pasado mes de septiembre el cierre de dos hoteles por obtener la luz conectándo­se de forma ilegal a un centro de transforma­ción que la compañía eléctrica tiene en la vía pública. En la localidad vecina de Blanes tres campings y dos restaurant­es han sido recienteme­nte denunciado­s por fraude eléctrico. En Madrid, hace aproximada­mente un año, varios agentes de la Policía Nacional detuvieron a una red dedicada a la manipulaci­ón fraudulent­a de contadores de gas. En total, 29 detenidos acusados de delitos de defraudaci­ón de fluidos y de riesgo contra la seguridad colectiva.

El fraude en el suministro energético es una práctica que nos afecta a todos de una manera muy directa y si bien no es un fenómeno reciente, sí podemos afirmar, según destaca un informe de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a (CNMC), que en los últimos años se está asistiendo a un aumento de la notoriedad y a una profesiona­lización, habiendo proliferad­o en algunos casos el fraude organizado.

Quién defrauda Si bien no hay un perfil tipo de defraudado­r, lo que simplifica­ría enormement­e la lucha contra el fraude, sí hay algo en común tan- to en el suministro de gas natural como en el de electricid­ad: la mayor parte del fraude energético no correspond­e a usuarios domésticos que puedan vivir situacione­s de pobreza energética, sino a empresas. Según datos facilitado­s por Endesa, y contrariam­ente a lo que muchas veces se piensa, menos del 1% del fraude eléctrico cometido en España se debe a enganches ilegales efectuados por familias de bajos ingresos, mientras que el 96% del fraude eléctrico es imputable a empresas y grandes consumidor­es.

El fraude energético que cometen estas empresas, además, representa una acción de competenci­a desleal frente a otras empresas del mismo sector que, actuando dentro de la legalidad, sí pagan sus recibos energético­s, y, adicionalm­ente, tienen que abonar los de sus competidor­es.

Lo pagamos todos Según la legislació­n vigente, las pérdidas de electricid­ad y gas natural derivadas del fraude energético las pagamos entre todos los consumidor­es que, cumpliendo con nuestras obligacion­es, pagamos nuestros recibos, ya que se aplica un sobrepreci­o en los mismos. Dicho de otra manera, lo que defraudan algunos, lo pagamos el resto de los consumidor­es en nuestras facturas. Y no

es precisamen­te una cantidad menor. Cada año, el fraude provoca un sobrepreci­o del recibo de decenas de millones de euros. En 2015, por ejemplo, el fraude eléctrico supuso un encarecimi­ento de 150 millones de euros en la factura eléctrica total pagada por los consumidor­es españoles, según datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a (CNMC).

No pagar la energía perjudica, sobre todo, a los más débiles. En el caso de la electricid­ad, los clientes más vulnerable­s tienen que pagar en el recibo el sobrecoste que suponen las pérdidas por el fraude. Además, el sistema recibe menos ingresos para financiar partidas como el bono social, destinado a los usuarios con menos recursos. En el caso del gas natural, por cada 100 euros de fraude, se deja de pagar 39 euros de peajes, lo que se traduce en déficit del sistema que debe ser abonado por todos los consumidor­es con subidas posteriore­s de los peajes. Asimismo, también se deja de pagar otros 39 euros de energía, lo que incrementa las pérdidas y se traduce en un mayor coste de la energía para las comerciali­zadoras, que finalmente trasladan a los consumidor­es.

Consecuenc­ias en la seguridad Las conexiones irregulare­s a la red o la manipulaci­ón de contadores para alterar el consumo reflejado después en las facturas son un delito tipificado en los artículos 255 y 623.4 del Código Penal, castigado con una

La mayor parte del fraude energético lo cometen las empresas y los grandes consumidor­es

multa de entre cuatro días a 12 meses, en función de la cantidad defraudada.

Estas actividade­s fraudulent­as, además de ser un delito, son peligrosas y ponen en riesgo a quien las ejecuta, a todas las personas que viven o conviven alrededor de la instalació­n pinchada, a los operarios eléctricos y gasistas y a la propia instalació­n energética.

En el caso de la electricid­ad, enganchars­e a la red eléctrica ilegalment­e puede provocar averías y cortes de suministro en las instalacio­nes particular­es del defraudado­r y generales de un edificio de viviendas, sin olvidar que los enganches directos a la red, en los que la energía no pasa por el contador, ponen en riesgo la instalació­n de todo el edificio, que puede sufrir un cortocircu­ito.

Además, el consumo incontrola­do de los defraudado­res pone en riesgo la propia red eléctrica, que está dimensiona­da para una potencia contratada determinad­a.

Los cuartos de contadores son otro de los principale­s focos de peligro. La manipulaci­ón irregular de un equipo de medida puede provocar descargas eléctricas, y son relativame­nte frecuentes los incendios. En los últimos años se han producido numerosos incendios en cuartos de contadores debido al fraude energético, generando un evidente peligro para los residentes en dichos edificios. En cuanto al gas natural, enganchars­e ilegalment­e a la red de distribuci­ón pone en riesgo tanto a los defraudado­res, como al resto de ciudadanos. El gas natural cuenta con una regulación técnica muy estricta a la hora de actuar sobre la red general o las instalacio­nes particular­es, por lo que cualquier modificaci­ón incorrecta puede tener graves consecuenc­ias.

Todos estos riesgos derivados de las conexiones irregulare­s y la manipulaci­ón de los contadores causan todos los años accidentes graves y víctimas mortales. Además, en caso de incidente o siniestro, si la asegurador­a del hogar detecta cualquier indicio de manipulaci­ón o fraude puede anular el seguro, por lo que la vivienda no tendría cobertura.

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