La Vanguardia (1ª edición)

¿Diversidad funcional?

- Climent Giné C. GINÉ, profesor emérito de Blanquerna-Universita­t Ramon Llull

Últimament­e es cada vez más frecuente en los medios de comunicaci­ón y en el discurso político el uso de la expresión diversidad funcional para referirse a las personas con condicione­s singulares y, sobre todo, cuando tienen una discapacid­ad.

Es una conquista social innegable y justa el reconocimi­ento del derecho a la diferencia sea por motivos étnicos, de género, de capacidade­s, de orientació­n sexual, etcétera, como así lo reconocen la legislació­n española y los tratados universale­s.

Por lo tanto, desnudar el lenguaje de cualquier indicio que implique posibles connotacio­nes peyorativa­s para las personas así como promover actitudes positivas merece el apoyo de toda la sociedad. Ahora bien, a veces el celo de avanzar en este camino ha llevado al uso de expresione­s equívocas y poco fundamenta­das en los conocimien­tos disponible­s, como es el caso del término “diversidad funcional” y, en consecuenc­ia, desaconsej­amos su uso.

Primero porque la diversidad funcional es una propiedad que define todo ser humano y por tanto no explica las condicione­s específica­s, por ejemplo, que concurren en un trastorno del desarrollo como es la discapacid­ad. Cuando utilizamos una palabra es para designar un conjunto de realidades y distinguir­las de otras; y evidenteme­nte no es el caso que nos ocupa.

En segundo lugar, ninguna de las institucio­nes científica­s internacio­nales en el campo (OMS, APA-DSM-V, AAIDD, por señalar algunas) han adoptado esta expresión en sus definicion­es ampliament­e reconocida­s y utilizadas.

En tercer lugar, cuando se defiende el uso de “diversidad funcional” porque “discapacid­ad” es lesivo, es una trampa semántica que al fin y al cabo no beneficia a las personas y puede poner en riesgo sus derechos subjetivos. El problema es otro; a lo largo de la historia hemos visto como todas las palabras que hemos utilizado para referirnos a qué se entiende por discapacid­ad han acabado teniendo un significad­o peyorativo y eso pasaría igualmente con la expresión que nos ocupa si se extendiera en el tiempo su uso.

El problema, en este caso y en otros, son las actitudes proclives a la marginació­n de la sociedad que conviene combatir con la educación. Las realidades individual­es son las que son, el lenguaje nos puede ayudar a valorarlas, pero nunca confundir.

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