The English Cut
España está a punto de volver a tener Gobierno y la semana ha estado repleta de momentos trágicos, cómicos y también tragicómicos. No insistiré en ello, hoy este periódico va lleno de análisis y predicciones. Vamos a ver qué da de sí un Rajoy sin mayoría absoluta, una situación insólita para el presidente del Gobierno in péctore. Por mucho que el PSOE esté destrozado, Ciudadanos aparentemente domesticado y Podemos en un cómodo liderazgo de la oposición que engrandece tanto al partido violeta como al azul, las cifras son claras y los diputados populares son los que son. Ya veremos cuánto le cuesta al Gobierno Rajoy aprobar sus iniciativas.
En medio de la pasión política, me he fijado en una pequeña noticia que me ha fascinado y no me he podido sacar de la cabeza. Son las últimas resoluciones judiciales ante una demanda que El Corte Inglés presentó contra los que hace seis años registraron el nombre The English Cut como una empresa dedicada a vender ropa y complementos de moda bajo esta descarada traducción de los grandes almacenes españoles.
Hasta ahora la justicia ha ido dándoles la razón a los avispados de The English Cut. La última resolución, del Tribunal General de la UE, ratifica las anteriores: de momento, pueden seguir adelante con su negocio. Pero lo que me ha fascinado han sido los argumentos que han tirado abajo los recursos y demandas de El Corte Inglés.
Primero fue la Oficina de la Propiedad Intelectual de la UE la que aceptó la inscripción de The English Cut. ¿Por qué? Pues porque cree que el consumidor español sólo vería en ello un nombre de “fantasía, porque no posee un elevado conocimiento del idioma inglés”. El Tribunal General de la UE, en una primera resolución, añadía leña al fuego asegurando que ambos nombres sólo tenían una ligera similitud y que los consumidores no se confundirían porque habría que hacer una “traducción correcta”. Y, remachando el clavo, lo consideraban poco posible por tratarse de “consumidores hispanohablantes, sin un especial conocimiento del inglés”.
Aunque la desesperada argumentación y nuevo recurso de El Corte Inglés permitió la anulación momentánea de esta resolución, el Tribunal General ha vuelto a fallar, ratificándose. Insiste en que, para que se produjera confusión entre las dos marcas, sería necesario que el público interesado (supongo que en comprar moda) “hiciera el esfuerzo intelectual” de traducir las tres palabras. Y que, aunque the y English son palabras elementales del inglés, ve difícil que el consumidor medio español pueda comprender que The English Cut quiere decir El Corte Inglés.
Cuando era niña, e íbamos recuperando el catalán en todos los ámbitos, bromeábamos diciendo que nos íbamos a comprar a El Tall
Britànic. También lo he oído usando la traducción inglesa, The English Cut. Provocaba una sonrisa. Recientemente, a las afueras de Madrid, he visitado por motivos de trabajo un inmenso bazar, llamado El Corte Chino. Le pregunté al propietario chino a quién quería imitar y se limitó a reír socarronamente.
Las autoridades judiciales europeas parecen creer que todos los españoles son estúpidos iletrados, incapaces de leer tres palabras inglesas seguidas sin sufrir una hemorragia cerebral. Yo me imagino a los propietarios de la marca The English Cut riendo por debajo de la nariz como el chino del bazar.
Las autoridades judiciales europeas parecen creer que todos los españoles son estúpidos iletrados