La excelencia biomédica está en peligro
La visibilidad de la ciencia catalana, en especial de la biomedicina, ha adquirido un nivel que parecía impensable hace sólo una década. Algunos de los centros creados al principio de este siglo ya se colocan entre los diez mejores a nivel mundial y el total de la producción científica catalana impresiona cuando se compara con la de los países avanzados de Europa. También la cantidad de recursos europeos captados por los científicos que trabajan en Catalunya es envidiada en otros países. Todo ello es el resultado de una política sostenida de apoyo a la investigación de calidad, con un sistema original de organización y evaluación, que ha permitido competir en el mercado internacional y atraer a los mejores científicos jóvenes de otros países europeos.
Pues bien, todos estos logros, que han sentado la base para modernizar el modelo económico catalán y basarlo en el conocimiento y la innovación, están en peligro. Con la crisis económica, el apoyo a los centros se ha estancado desde el 2009, haciendo imposible mantener las infraestructuras científicas a un nivel competitivo. Tomando como ejemplo al Centre de Regulació Genòmica (CRG), los servicios científico-técnicos que eran modélicos hace cinco años ya no ofrecen a sus científicos la posibilidad de mantenerse en el frente de avance del conocimiento.
En genómica nos estamos quedando rezagados en equipamiento y estamos al límite en nuestra capacidad de almacenar datos genómicos de un modo que permita su uso en investigación.
En proteómica no disponemos de la tecnología y la capacidad para analizar por espectroscopía de masas las modificaciones post-traduccionales de las proteínas, que son claves para comprender la epigenética.
En microscopía nos falta capacidad para usar eficazmente los nuevos microscopios de alta resolución y el análisis computacional de las imágenes, y lo más grave es que no disponemos de la tecnología de criomicroscopía electrónica (Cryo-EM), esencial para analizar la estructura de los complejos macromoleculares que gobiernan la expresión del genoma y el funcionamiento de la célula.
Todas estas tecnologías están en continua evolución y mantenerse al día es vital no sólo para los científicos ya ubicados en el CRG, sino también para poder cubrir las posiciones disponibles con los mejores jóvenes científicos. Esta situación, si no se mejora pronto, nos llevará a perder el liderazgo científico conseguido hasta ahora.
En las estadísticas que se publican actualmente aún no se nota este retroceso porque se basan en el trabajo de años anteriores. Es sabido que hay un desfase de casi cinco años entre la actividad científica, las publicaciones y su valoración por la comunidad. Pero ya llevamos más de seis años sin incrementar nuestro presupuesto y pronto se hará visible la tendencia al descenso en la calificación del centro. La situación del CRG no es excepcional comparada con la de otros centros.
¿Cómo puede afrontarse este problema y encontrar una solución? Creo que es necesario un mayor apoyo económico del sistema público, pero también necesitamos conseguir recursos de la sociedad civil, que será la principal beneficiada de la creatividad de los investigadores. Es obvio que ni los recursos públicos ni los privados serán
Nos estamos quedando atrás en equipamientos científicos; si no se corrige, perderemos el liderazgo conseguido
suficientes para resolver los problemas de financiación de cada uno de los centros de investigación biomédica, lo que obligaría a duplicar o triplicar los equipos. Será pues necesario priorizar las inversiones evaluando las necesidades y la calidad de cada uno de los centros. Pero también cabe buscar una solución global que intente cubrir las necesidades de todos los centros.
En este sentido la creación del Barcelona Institute of Science and Technology (BIST), que integra a los centros más visibles internacionalmente y dispone de un patronato con participación privada, ofrece una posibilidad de coordinar fondos públicos y privados para llenar las lagunas de infraestructura del sistema catalán de investigación biomédica. El BIST podría, por ejemplo, crear una infraestructura computacional y bioinformática única para facilitar el almacenamiento y la utilización de datos genómicos, proteómicos y de imagen generados por los centros de investigación biomédica y los hospitales. También podría crear un servicio de Cryo-EM con un grupo de investigación asociado que diera servicio a todos los grupos que lo necesiten. Una misma solución podría aplicarse a la moderna espectroscopía de masas y a la microscopía de resolución molecular, que podrían ubicarse en los centros en los que estas tecnologías están ya más desarrolladas. Es posible que este modelo consiga movilizar de modo estable recursos privados que alivien la inversión pública y comprometan a la sociedad civil en el seguimiento del desarrollo científico.
En cualquier caso, es muy importante que la clase política y la sociedad civil sean conscientes de que los éxitos científicos del pasado que ahora se publican con orgullo en los medios son el resultado de un sistema aún muy frágil, y que la situación creada por la crisis económica podría acabar pronto con los centros que han contribuido a colocar Barcelona y a Catalunya en el mapa científico. Esta situación debería motivar a quienes seriamente creen en la necesidad de un cambio de modelo económico a trabajar en una solución sostenible para el futuro de la investigación biomédica en el país.