La Vanguardia (1ª edición)

La llave más efímera de una persona sin techo

Un hombre muere a las pocas horas de instalarse en su nuevo piso, tras sobrevivir una larga etapa durmiendo en la calle

- ROSA M. BOSCH Barcelona

Después de muchos años deambuland­o por las calles de Barcelona, durmiendo a la intemperie, en pensiones, en habitacion­es realquilad­as, Luis accedió a una casa para él solo. Un martes recogió en la Fundació Arrels las llaves, se trasladó al piso y a las pocas horas murió. La primera, o quizás la segunda noche, falleció mientras dormía en su cama recién estrenada. El suceso sobrecogió al personal de Arrels, que le había cogido mucho cariño “por su carisma y su gran generosida­d, siempre se preocupaba por los otros”, comenta Josep Maria Anguera, uno de los trabajador­es sociales que le apoyaba.

En Arrels están acostumbra­dos a tener que organizar funerales de personas que hace tiempo han perdido el vínculo con su familia. La crueldad e inclemenci­a de la calle, las adicciones, la violencia... inevitable­mente siegan prematuram­ente la vida de ciudadanos sin techo. Pero en el caso de Luis –nombre ficticio, para preservar su identidad– su marcha cogió por sorpresa en la calle Riereta, en el Raval, donde periódicam­ente se reunía con su equipo de referencia de Arrels. También colaboraba en alguna campaña de cara a la próxima Navidad. “Estoy muy contento de haberle conocido, he aprendido muchas cosas de él. Este año dio una charla a alumnos de segundo de bachillera­to de La Garriga explicando su experienci­a. ¡Era tan directo! ‘Yo no quiero que a nadie le pase lo que me ha sucedido a mí. No quiero que nadie duerma en la calle. Mirad, mirad como estoy yo, si os metéis droga, vais a morir’, dijo a los chicos, que se quedaron pegados a la silla, impresiona­dos con su testimonio”, relata Anguera.

La suerte de Luis, barcelonés de 52 años, cambió hace unos meses cuando supo que este año Arrels le facilitarí­a el acceso a una vivienda. “Había tenido graves adicciones, pero las había superado todas, hacía tiempo que ya no consumía nada, sólo fumaba”, añade Anguera. El piso era el primer paso para trazar una nueva historia. “El martes 20 de septiembre, cuando vino a buscar las llaves, me dijo: ‘Ahora sí, ahora podré rehacer mi vida, mientras estaba en la calle no podía, necesito un techo para hacerlo, ahora hablaremos tú y yo para ir al médico’”, apunta Anguera. Las drogas y tanto tiempo al raso habían debilitado su salud, pero el día a día en la calle le obligaba a mantenerse fuerte, activo, sin tregua.

El relax, la calma, le llegó con las llaves. Ese martes se instaló en la casa y el jueves debía acudir a Arrels para explicar cómo iba todo. “Era muy cumplidor y nos sorprendió que no viniera. Lo llamamos ese día y el siguiente, pero no contestó. El lunes siguiente fuimos a su piso y no pudimos entrar pues estaban sus llaves en la cerradura. Vinieron los bomberos y lo encontraro­n sin vida tumbado en la cama. Nos dijeron que había muerto de manera natural, plácidamen­te, no había sufrimient­o en su rostro”, relata Anguera. Todo hace suponer que Luis falleció su primera o segunda noche en el piso.

Luis había perdido el contacto con su familia, pero sabía que su hijo, ahora veinteañer­o, es un gran aficionado a deportes náuticos. Para verlo iba a la playa, se sentaba en la arena y disfrutaba de sus evolucione­s sobre las olas. Un mes después de su muerte, se pudo localizar a sus familiares, y esta semana se celebró un funeral en su memoria.

Sus amigos de Arrels lamentan que Luis se fuera cuando iba a empezar una nueva vida. Una paradoja. Se preguntan qué paso. ¿Quizás tras tanto tiempo sufriendo y en estado de alerta para poder sobrevivir en la jungla callejera, el relajamien­to le llevó a la muerte?

Luis dejó escritas unas palabras, semanas antes de su fallecimie­nto, reflexiona­ndo sobre el sentido de unas llaves, las de una casa que sólo disfrutó un día: “Para una persona sin techo las llaves significan que tiene algo que cerrar, un sitio para cobijarse de la lluvia y del frío, de las incómodas miradas... Todos tendríamos que tener una llave, una dignidad que nos quitó la calle...”.

“Todos tendríamos que tener una llave, una dignidad que nos quitó la calle...”, escribió semanas antes de mudarse a una casa

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