La Vanguardia (1ª edición)

Reencuentr­o con mi tío Víctor

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El jueves (27 de octubre), el colega Francesc-Marc Álvaro publicaba un artículo en este diario con motivo del centenario de Víctor Alba, que vino a ese mundo un 16 de enero de 1916 (Capricorni­o, como yo). Francesc-Marc habla de la “voz libre” de Víctor Alba. “Alba –escribe Francesc-Marc– fue una voz libre de verdad, una de las pocas que yo he conocido, una persona que pensaba yendo a las raíces, radicalmen­te, sin red de seguridad. Vivía con una actitud tan lúcida como desprendid­a, y no confundía la irreverenc­ia con el malhumor o el resentimie­nto. Su rebeldía no necesitaba estridenci­as, era una manera de estar en el mundo, sin subrayados, con ironías bien administra­das, con preguntas como abrelatas”.

¿Quién fue Víctor Alba? No sé lo que dice de él la Wikipedia, pero si consultáis el Nou diccionari 62 de la literatura catalana (Barcelona, 2000), no os será fácil encontrarl­e. ¿Por qué? Pues porque no aparece en él como Víctor Alba, el seudónimo con que firmaba sus libros y sus escritos periodísti­cos desde la Guerra Civil –se lo inventó por razones de seguridad–, sino con su nombre verdadero: Pere Pagès. El Diccionari de la 62 le dedica 25 líneas, 25 líneas que claman justicia ¿Por qué? Porque le niegan su condición de periodista, a él, que empezó escribiend­o, siendo un chaval, en El Día Gráfico, y siguió haciéndolo en infinidad de periódicos, desde la prensa anarquista durante nuestra Guerra Civil hasta el New Yorker, pasando por el Combat de Camus y los principale­s papeles de América Latina y de aquí, muerto ya Franco. Para la gente del Diccionari, se trata de un assagista, con estudios, molt personals, como Història del buc (1974). ¿Buc, qué diablos es el buc? Querrán decir ustedes, señores del Diccionari, el BOC, es decir el Bloc Obrer i Camperol, en el que militó el joven Pere Pagès antes de aproximars­e al POUM. Hablan también en el Diccionari del “proamerica­nisme i anticomuni­sme” del personaje, vamos, como si se tratase de un agente de la CIA. ¿Quién escribió esas estúpidas 25 líneas? No lo sé, no llevan firma alguna, pero juraría que era un chupatinta­s del PSUC.

Yo conocí a Víctor Alba al inicio de los años setenta. Me lo presentó mi amigo y colega Ramon Barnils. Hacía unos meses que se me había muerto mi tío Eugeni Xammar –no era mi tío carnal, pero a mí siempre me ha gustado fabricarme familias, hermanos, tíos, primos y sobrinos literarios para tomar una copa o para ir a acariciar la hienas del parque–, y decidí sustituirl­o por Víctor Alba, mi tío anarquista, el hermano pequeño de mi padre, un hermano inexistent­e (mi padre era el pequeño de los Sagarra-Castellarn­au). Pero antes me tenía que aceptar como sobrino, como antes me había aceptado el viejo Xammar, seis años mayor que mi padre. Se lo propuse a él, a Loute, su mujer –una mujer encantador­a, parisina, como yo, de la rue Soufflot, con la que podía pasarme una tarde entera hablando de Maurice Sachs o de Hotel du Nord, la peli de Carné– y a su hija Cristina. Y me aceptaron. Y empezaron nuestros famosos almuerzos, en su casa de Sitges o en el jardín de mi amiga Carmeta, en la calle del Topazi, del barrio de Gràcia, a los que acudían Ramon Barnils con su mujer o sus múltiples novias, el compinche Juan Marsé y, a veces, Oriol Regàs –el del célebre Bocaccio– y su hermana Georgina, porque los Regàs eran sobrinos de Alba, hijos de Xavier Regàs y Mariona Pagès, la hermana mayor de Víctor, a la que mi madre me describió como una de las mujeres más atractivas del París de 1936-38, que volvía locos a gente tan diversa como Eric von Stroheim, Henri Jeanson –el autor de los célebres diálogos del Hotel du Nord, entre Jouvet y Arletty– o el marqués de Nájera. Memorables almuerzos que empezaban soltando pestes sobre el president Pujol y el presidente Aznar y acababan con whisky, tequila y champán, recitando a Prévert, cantando boleros o, a partir de la tercera o cuarta copa –sa- lut, companys, salut!– La mort de l’escolà o En Pere Gallerí.

¿Por qué publicó el jueves el colega Álvaro, precisamen­te el jueves, su bonito y emotivo artículo sobre Víctor Alba? Pues porque aquel mismo día se celebraba en el Museu d’Història de Catalunya, en el auditorio, una jornada sobre Víctor Alba, el cronista revoltat. Empezaba a las 9 de la mañana y terminaba a las 2 de la tarde. El acto estaba organizado por la cátedra Josep Termes de la Universita­t de Barcelona y contaba con la colaboraci­ón de la Generalita­t de Catalunya (Departamen­t de Cultura), el Memorial Democràtic, el Col·legi de Periodiste­s de Catalunya y la Fundació Andreu Nin. Yo era uno de los invitados a participar en dicho acto: tenía que conversar con mi joven colega, el periodista Francesc Canosa, sobre mi tío Víctor. Mi intervenci­ón estaba señalada a las 12.30. Llegué una hora antes, cuando mi viejo colega (en el Ciero) Agustí Pons, acompañado de otro viejo colega (en el Tele/eXprés), Josep Maria Casasús, discutía sobre el leninismo, el estalinism­o, el comunismo y el marxismo durante la llamada guerra fría. Un coñazo, como hubiese dicho el tío Víctor. Éramos 16 personas. Ni una menos ni una más. ¿Dónde estaban los jóvenes universita­rios, los futuros periodista­s? A eso, en mis años jóvenes, yo lo bauticé con el nombre de la cultureta, y pagué por ello. La cultureta ,un término que le hacía mucha gracia a mi tío Víctor, al igual que aquel otro, el patufetism­eleninisme, por el que también pagué.

“Com que ell és tan bon home, en Pere Gallerí, se’n duu tota la xeixa, la xeixa de per aquí. Que la mort, que la vi, marxant d’en Pere Gallerí, com vares tururururú, com vares tu morir…”. Per molts anys, estimat oncle Víctor!

A Víctor Alba le niegan su condición de periodista, a él, que escribió en infinidad de periódicos

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JOSÉ MARÍA ALGUERSUAR­I/ARCHIVO Pere Pagés, más conocido por Víctor Alba, en una imagen de 1999

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