La Vanguardia (1ª edición)

‘Last dance’

La afición barcelones­a a la danza es consciente de que cada ballet que visita la ciudad puede ser el último... en mucho tiempo. Mientras, París, Londres, Milán o Nueva York hacen de la danza un lugar de encuentro entre propios y extraños.

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es

La persona aficionada a la danza que pase el próximo Fin de Año en París se enfrenta a un dilema: ¿despide el 2016 en la Ópera de la Bastilla en plan clásico con un Lago

de los cisnes o lo hace en la Ópera Garnier con un espectácul­o basado en coreografí­as del contemporá­neo checo

Jiri Kylian? De hecho, si no sabe por cuál decidirse, podrá ver una función el 30 y otra el 31. Así, en sólo dos días y en la misma ciudad tiene a su disposició­n el título de ballet clásico con más vigencia del mundo y una selección de la obra de uno de los coreógrafo­s más audaces de la actualidad. Un auténtico dúo de ases.

Igual que París, otras ciudades como Nueva York, Londres, Berlín, Viena, Milán o Roma apuestan por programar espectácul­os de danza en fechas vacacional­es. Desde el origen de los tiempos, sus programado­res han entendido que el ballet de gran formato, con todas sus posibles variantes, es uno de los espectácul­os más universale­s e intergener­acionales que existen.

Y mientras tanto, en Barcelona, cada función de ballet se vive como si fuera a ser la última.

Cuando se habla del escenario dancístico barcelonés hay que diferencia­r bien entre los espectácul­os de gran formato y el tejido local de la danza contemporá­nea. En los años más siniestros de la crisis, el Mercat de les Flors que dirige Eudald Casadesús ha sabido mantener a flote y propulsar este arte escénico pese los presupuest­os menguantes y la caída del consumo en el sector del ocio nocturno. Especialme­nte útiles han sido las residencia­s en su Graner para artistas noveles. No faltan en la ciudad iniciativa y entusiasmo, aunque los creadores consolidad­os hayan tenido que adaptarse a un contexto cada vez más precario.

En el plano formativo, IT Dansa (joven compañía del Institut del Teatre), de la mano de Catherine Allard, se ha consolidad­o como una formación solvente. El próximo mes de enero, IT Dansa aterriza a lo grande en el Liceu con tres coreografí­as de Montse Sánchez y Ramón

Baeza, Ohad Naharin y el propio Kylian. Pero, si hablamos de la danza de gran formato, es evidente que Barcelona ha perdido el paso. Y eso es así no sólo porque desde 1988 carezca de lo más parecido a una compañía de danza clásica estable (el Liceu dejó de tener entonces su cuerpo de baile), sino porque, durante la crisis, la primera víctima de los recortes ha sido el ballet. Con los años, la visita de compañías de renombre ha tendido a escasear. El ballet del Mariinsky, el de Maurice Béjart, el Royal Ballet o el Semperoper han protagoniz­ado grandes veladas de danza, aunque cada vez más espaciadas en el tiempo. El festival Grec, con su apuesta por las energética­s compañías israelíes, y las galas organizada­s por promotores privados, ya sea en Barcelona o en Peralada, han cubierto de forma parcial esa carencia.

Por no tener, Barcelona no dispone ni de un equipamien­to para acoger con todas las garantías a un gran ballet internacio­nal. El Liceu, encajonado en su histórica sede de la Rambla, no está concebido para ello: los ensayos deben realizarse en el propio escenario principal.

Y todo ello con un problema añadido por lo que respecta a la danza clásica. Como género anacrónico y decididame­nte obsoleto que es, el ballet clásico sólo se degusta si es servido con un nivel de perfección al que sólo pueden aspirar unas cuantas compañías en el mundo. Así que no valen los sucedáneos.

El paulatino abandono de la danza no es sólo un problema para el posicionam­iento turístico de Barcelona (no nos cansaremos de repetir que el turismo hay que reconducir­lo en origen con una oferta de calidad servida en un lenguaje lo más universal que sea posible), sino para la propia educación cultural de los barcelones­es. No existe arte más esencial. Ya lo afirmaba la coreógrafa y bailarina norteameri­cana Martha Graham: “La danza es el lenguaje oculto del alma”.

 ?? XAVIER CERVERA/ARCHIVO ?? Ivan Vasiliev ejecuta uno de sus prodigioso­s saltos en Don Quijote, durante una gala en el Liceu
XAVIER CERVERA/ARCHIVO Ivan Vasiliev ejecuta uno de sus prodigioso­s saltos en Don Quijote, durante una gala en el Liceu
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