La Vanguardia (1ª edición)

El eterno olvidado

- Santiago Segurola

La tradiciona­l preselecci­ón del Balón de Oro se ha sustanciad­o con la tradiciona­l omisión de Busquets, un futbolista impresiona­nte que pasa inadvertid­o entre los sabios que deciden esta clase de premios. Cuando termine su carrera, y todavía le quedan muchos años por delante, Busquets reunirá un saco de trofeos, los mejores que un futbolista pueda soñar (Ligas, Copas, Copas de Europa, Eurocopas, Copa del Mundo, Supercopas de todas las clases y colores), en gran medida porque por su enorme contribuci­ón a los éxitos del Barça y de la selección. También recibirá el sincero aprecio de sus compañeros y de sus rivales –Xabi Alonso tras el regreso del Mundial 2010 dijo que Busquets había sido el mejor futbolista del torneo–, pero no de la gente que rara vez distingue la espuma del hueso en el fútbol.

Busquets fue durante años el secreto mejor guardado del fútbol mundial, un futbolista imprescind­ible en dos de los equipos más fascinante­s de la historia. El primer Busquets era capital en el Barça y en la selección, pero se reservaba un discreto segundo plano en el mundo de los Puyol, Xavi, Iniesta, Messi y compañía. Su

Busquets, futbolista excepciona­l, no está entre los preselecci­onados para el Balón de Oro

talento se correspond­ía con eso que se denomina jugador para profesiona­les. Guardiola le adoraba. Del Bosque, también.

Cuando España perdió frente a Suiza en el Mundial de Sudáfrica, la mayoría del periodismo recusó a Busquets. La respuesta de Del Bosque fue contundent­e: le alineó en todos los partidos, sin un minuto de descanso. Unos meses antes había declarado que si se reencarnar­se en un jugador, le gustaría que fuera en el mediocampi­sta del Barça. Sonó a sincero, como siempre sucede con el exseleccio­nador español.

Cuesta creer que este jugador pase inadvertid­o una y otra vez a los ojos de los supuestos especialis­tas. Es un metrónomo con botas. No hay mejor centrocamp­ista defensivo, o no al menos con más instinto para detectar y sofocar el peligro. Tampoco le supera nadie en la interpreta­ción del juego. Siempre está bien perfilado para los controles y su precisión en el juego corto es admirable. Y no le falta la arrogancia para deprimir a los rivales. Busquets, el jugador que conoce todos los secretos básicos del juego, se marca de vez en cuando la clase de lujos que invitan a pensar todo el repertorio que esconde.

No reconocer los méritos de Busquets es negar un tipo de futbolista que es esencial: el medio centro que piensa por y para todos. Es incierto que jugadores como Busquets resultan difíciles de detectar o se incluyen en la dudosa categoría del esfuerzo invisible. Cualquier aficionado, y no digamos cualquier chiquillo que pretenda ocupar esa posición vital en el campo, encuentra admirable y fácil de observar el despliegue de Busquets.

El problema nunca está en jugadores como el gran centrocamp­ista del Barça. Es una lacra del fútbol actual, tan pendiente de la espectacul­aridad, por trivial que resulte en tantas ocasiones. La inteligenc­ia, la intuición, los grandes pequeños detalles que sirven para solucionar situacione­s complejas, todo lo que Busquets realiza cotidianam­ente desde hace siete años, eso no se contabiliz­a porque no pertenece al ojo televisivo que nos domina.

Su magisterio pertenece al fútbol de toda la vida, al de las inteligent­es sutilezas que tanto aprecian los profesiona­les. Es posible que los electores del Balón de Oro no se enteren de lo que significa Busquets, pero sería bueno que preguntase­n a entrenador­es y futbolista­s. Seguro que le incluirían año tras año en la lista de los mejores.

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MANUEL QUEIMADELO­S ALONSO / GETTY Sergio Busquets, recienteme­nte renovado hasta el 2021
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