La Vanguardia (1ª edición)

Trabajar para disfrutar

IGNACIO MARULL, SOCIO DIRECTOR DE PWC EN BARCELONA

- MAR GALTÉS

Ignacio –Nacho– Marull (1974) es desde este verano el nuevo socio director de la oficina de Pricewater­houseCoppe­rs –PwC– en Barcelona. Dentro del proceso natural de rejuveneci­miento de la firma, Marull asume, sin haber cumplido aún los 42, la responsabi­lidad de gestionar un equipo de más de 800 personas. Lo conoce bien, porque es un hombre de la casa: entró en la consultora en el 2000, después de licenciars­e en Económicas en EAE y de cursar un máster de año y medio en el Instituto de Empresa en Madrid. Además, Marull también puede decir que sabe lo que es sentarse “en el otro lado de la mesa”: durante tres años –del 2007 al 2010– fue el director general del Grupo Prestige, con negocio hotelero, inmobiliar­io y en energías renovables, propiedad de la familia Moyano. Luego volvió a PwC, a consultorí­a, y con el encargo de desarrolla­r el área de gobierno corporativ­o –ahora formada por un equipo de más de 30 personas, que él aún dirige–; en el 2012 fue nombrado socio nacional, después socio de equity.

Ahora Marull se ha propuesto aumentar el volumen de negocio de la oficina de Barcelona, de los 80 millones hasta llegar a 100 en cuatro años. Le ha puesto nombre y fecha a su reto: “plan Cat-2020”, y para conseguirl­o explica que se centrará en el talento interno y en los servicios relacional­es con los clientes.

PwC es una de las big four, donde los engranajes funcionan siguiendo la máxima del “up or out” (hacia arriba, o fuera). “Tenemos rotaciones de más del 20%. Es un entorno muy competitiv­o, y por eso la media de edad es mu baja”. Marull está preocupado por cómo adaptarse a los nuevos tiempos. “Ahora la gente joven tiene otras motivacion­es. Cuando yo entré aquí, tenía unas aspiracion­es. Ahora parece que prima más la inmediatez. Pero tenemos que vender el desarrollo de carrera profesiona­l a medio plazo, y eso implica un componente de sacrificio importante, porque los plazos los marca el cliente, y hay mucha carga de trabajo. Y en los inicios hay que sacrificar la vida personal... Pero hay que saber que en esta casa puedes llegar adonde quieras. Es una gran plataforma, y depende de ti, de tu actitud, que es clave en la vida”. Marull recuerda que en sus primeros años en la firma “me había pasado varias noches seguidas sin dormir, porque tenía trabajo que no me lo acababa. Pero disfrutaba. Aquí cada uno marca su ritmo. Pero te tiene que gustar el mundo de los negocios”.

Marull creció en un entorno empresaria­l: su padre fue alto directivo de Uralita y de Akzo Nobel, y explica que pronto se dio cuenta que quería dedicarse al asesoramie­nto empresaria­l. Cuando entró en PwC promocionó muy rápidament­e. Luego le salió la oportunida­d de ir a Prestige, y no dudó porque era “un proyecto de crecimient­o”. La crisis cambió los planes. “Abordé la refinancia­ción de la deuda, la reestructu­ración”. No era lo previsto, pero “las cosas hay que verlas como oportunida­des. En el trabajo hay que disfrutar, y hacer que la gente disfrute. Siempre he disfrutado con lo que he hecho”. Otro de sus retos ahora viene condiciona­do por la nueva ley de auditoría, por la que las empresas deben cambiar periódicam­ente de auditor, lo que obliga a “compaginar auditoría y consultorí­a, y a reconstrui­r equipos”. Pero sore todo Marull quiere potenciar el aspecto relacional con los clientes. “Tenemos un enfoque muy técnico, sectorial; pero quienes toman las decisiones en las empresas son los directivos, que son personas con sus circunstan­cias. Y queremos estar cerca de ellos”.

Desde que ha asumido el cargo, “lo que me ha cambiado es que una parte de mi agenda ya no es mía”. Empieza pronto y regresa a casa “justo para acostar a los niños”, de 13, 11, 8 y 3 años, con su mujer, Blanca (que fue compañera del máster y que ha tomado un parón en su carrera). “No soy en absoluto un workaholic. Los fines de semana son para la familia al 100%”, asegura Marull. Cuando puede, juega a fútbol en una liga de padres. Y desconecta en el Baix Empordà: en la casa que han arreglado en Ullà, y en la barca con la que navega en verano desde l’Estartit. “Pero hay que disfrutar mucho del trabajo, tiene que gustarte lo que haces. A los jóvenes les digo: aprovechad, porque difícilmen­te tendréis en la vida profesiona­l una oportunida­d como esta para desarrolla­ros hasta donde queráis”. Y aunque quede muy lejos, sabe que “antes de los 55, tendré que dejar paso. Todos estamos de paso”.

El nuevo socio director prevé centrarse en el talento interno y en los servicios relacional­es con los clientes

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GUSTAVO BEJER

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