La Vanguardia (1ª edición)

Arte y enfermedad

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El contencios­o entre Catalunya y Aragón sobre las pinturas murales de Sijena; y los progresos en la lucha contra el alzheimer.

LA lucha contra el alzheimer es una de las prioridade­s de la humanidad: se trata de la forma más común de demencia (dos de cada tres casos), crece su incidencia a medida que aumenta la longevidad de la población y supone, además, un coste severo para las familias al tratarse de una de las pocas enfermedad­es circunscri­tas al ámbito privado más que al sanitario (el 94% de los casos son atendidos por la familia, según la Confederac­ión Española de Asociacion­es de Familiares de Personas con Alzheimer). Hoy, entre 29 y 33 millones de personas sufren alzheimer –en España entre 500.000 y 600.000 casos– y rondarán los cien millones en el 2050, según estimacion­es de la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

La industria farmacéuti­ca tiene en el alzheimer uno de sus retos más grandes. Es un objetivo preferente y, al mismo tiempo, una frustració­n porque las inversione­s son cuantiosas y los resultados distan de frenar el progreso del alzheimer tras el fracaso de más de 190 fármacos experiment­ales. Los cambios en las líneas de investigac­ión han renovado el optimismo y nadie arroja la toalla. La compañía Merck, por ejemplo, como informamos hoy, tiene en fase muy avanzada un fármaco experiment­al, aunque su hipotética comerciali­zación no estará lista hasta la próxima década.

La enfermedad, que toma el apellido del psiquiatra alemán que la detectó en 1906, tiene visos de hallar un fármaco que detenga su avance. Cuando eso suceda, estaremos ante otro dilema –bienvenido sea– para los estados: compaginar el legítimo anhelo de los enfermos y sus familias con el no menos legítimo interés de las compañías farmacéuti­cas por rentabiliz­ar unas inversione­s en investigac­ión considerab­les. Son estos retos, elevados y de calado, los que deberían tener un hueco en el debate político y social, dominado a menudo por asuntos menores, pasajeros y alejados del día a día de muchos ciudadanos.

El alzheimer es una dolencia que, vista su progresión, concierne a más y más ciudadanos y especialme­nte a familiares y cuidadores, que afrontan esta prueba de amor y humanidad sin un claro respaldo científico. El drama es doble: la escasa preparació­n para encajar una enfermedad lenta que borra la memoria de los seres queridos y el deseo de que la ciencia vaya más rápida y aporte luz al final del túnel. A la espera de que eso suceda, hay que valorar y reconocer el sacrificio de estas personas que de forma privada y voluntaria están organizand­o, a través de fundacione­s, asociacion­es y el relato de sus vivencias, una respuesta colectiva ante una de las dolencias que marcan el siglo XXI.

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