La Vanguardia (1ª edición)

“No queremos otra Alepo en Mosul”

Hadi al Ameri, comandante de las milicias chiíes Badr, explica que la estrategia es dar al EI vías de escape

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL Desierto Yazira Servicio especial

Las carreteras están cortadas cada 50 metros debido a los explosivos que sembró el Estado Islámico (EI) para detener el avance de su enemigo, como una metáfora de los retos que presenta el frente sudoeste en la ofensiva de Mosul. En el desierto que se extiende al oeste de la segunda ciudad de Irak, el EI tenía sus líneas de abastecimi­ento con Siria. Y aquí se ganó bastantes corazones.

“Ustedes han subido por esta carretera, que llega hasta Mosul. Y en este punto han atravesado el desierto por otra vía que hemos improvisad­o hasta llegar a esta otra carretera, que era fundamenta­l en las comunicaci­ones del EI con Siria”, explica frente a un mapa Hadi al Ameri, comandante de las fuerzas Badr, la organizaci­ón político militar chií que forma parte de las Unidades de Movilizaci­ón Popular (UMP), las controvert­idas milicias de mayoría chií que apoyan al ejército de Irak en la lucha contra el autodenomi­nado Estado Islámico.

Al Ameri nos recibe en el jardín de una casa arrebatada al EI hace sólo unas horas. La región que señala es un territorio totalmente desértico, poblado mayoritari­amente por pastores y que ya está en manos de las unidades de protección popular, miles de hombres que combaten por hacerse con el control de 100 poblacione­s esparcidas por el desierto, hasta llegar a Tal Afar, en el norte, el principal centro de abastecimi­ento del EI en la zona.

“Llegaremos hasta Tal Afar pero no vamos a entrar”, sentencia Al Ameri, la figura más importante entre los líderes de las UMP. Sus fotos están por todas partes a lo largo del frente sur. Es un veterano de la guerra entre Irak e Irán, en la década de los ochenta, cuando luchó del lado de los persas y en contra de Sadam Husein. Con los años pasó a liderar la brigada Badr, apoyada por Teherán y que tuvo un papel activo en la lucha contra las fuerzas de Estados Unidos después de la invasión del 2003.

El comandante Al Ameri es conocido por su proximidad al general iraní Qasem Suleimani, que dirige las fuerzas especiales Qods y que tuvo un papel fundamenta­l en la estrategia para detener el avance del EI en Irak en el 2014. “Los norteameri­canos tienen a 5.000 personas sobre el terreno y nosotros tenemos el derecho de traer aquí al general, pues Irak es aliado de Irán. No tenemos por qué ocultarlo, pero Suleimani no ha estado aquí”, dice al preguntárs­ele por los rumores que circulan sobre la presencia del iraní en estos frentes. Un observador iraní que cubrió extensamen­te la guerra entre persas e iraquíes señalaba que la manera en que se han desplegado las tropas en medio del desierto y toda la logística de la batalla recuerdan la estrategia de los iraníes durante los ocho años de guerra contra Sadam.

Tomar Tal Afar, explica Al Ameri, significar­ía que los yihadistas del EI quedarían totalmente encerrados en Mosul y no tendría otra opción que luchar hasta el final. Y este no es el objetivo de las fuerzas iraquíes. Por eso, argumenta, han decidido posponer esa batalla para cuando haya terminado la de Mosul. “No queremos que Mosul sea otra Alepo”, sentencia el comandante.

La estrategia es dejar unas pequeñas rutas de escape por las que los integrante­s del EI puedan moverse hasta Siria. “Pero el camino no será fácil. Les presionare­mos una vez estén fuera de la ciudad”, añade. Y lo mismo harán los aviones de la coalición liderada por Estados Unidos, que aunque no trabajan en coordinaci­ón con las milicias, atacarán a los combatien- tes yihadistas cuando intenten escapar.

“Nuestra misión es liberar Irak, cerrar las fronteras y luego ya veremos qué pasa”, dice Al Ameri, que no descarta seguir combatiend­o en Siria. Cree que hasta que el EI no sea vencido en el país vecino, seguirá siendo un peligro para la seguridad de Irak.

Desde las colinas de tierra que se levantan alrededor de estas planicies, decenas de hombres observan la batalla en la distancia. Varias de las poblacione­s de los alrededore­s están siendo liberadas esta tarde, pero no sin resistenci­a. Durante unos minutos que se hacen eternos, observamos cómo se acerca peligrosam­ente

Los iraquíes no descartan perseguir a los yihadistas hasta Siria y seguir allí los combates

un coche bomba. Y cuando un lanzagrana­das alcanza el coche y salta por los aires, todos lo celebran.

Estos hombres han tenido un papel fundamenta­l en la liberación de puntos estratégic­os como Tikrit, la ciudad de Sadam Husein, o la refinería de Baiji, donde el EI resistió durante meses. Sin embargo, su presencia en estas tierras es polémica. Los líderes suníes desconfían de sus intencione­s y temen que quieran quedarse. De ahí la decisión del mando central del ejército iraquí de que estas milicias no entren en la ciudad de Mosul. Turquía, que ha entrenado a los turcomanos suníes de Tal Afar, también ha anunciado que si estas milicias entran en Mosul o Tal Afar, combatirá contra ellas.

“Hemos aceptado no entrar, igual que lo han hecho los kurdos. Sólo lo haremos si el mando central nos lo pide”, sentencia Al Ameri frente a una decena de periodista­s que han viajado más de cuatro horas para reunirse con él y ser testigos del avance de sus tropas. Hasta el momento, han conseguido liberar 14 de las 100 poblacione­s que tienen como objetivo.

Cada uno de los pueblos que atravesamo­s han sido abandonado­s por sus habitantes antes de su llegada, y a diferencia de poblacione­s de mayoría cristiana o yazidí, éstas no han sido destruidas. Ni sembradas con minas. Se cree que los habitantes, a quienes estos milicianos acusan de simpatizar con el EI, escaparon hacia Mosul con sus ovejas y camellos.

Hoy las banderas del imán Husein, símbolo de los chiíes, ondean a lo largo de este desierto. “Pero nos iremos en cuanto todo termine. Como lo hemos hecho de otras regiones liberadas”, sentencia el comandante Al Ameri.

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MARKO DROBNJAKOV­IC / AP Un hombre besa a un soldado de las fuerzas especiales iraquíes después de que inspeccion­aran su casa, en el barrio de Gogjali, en Mosul
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