La receta Esperanza
El paso atrás que dio Esperanza Aguirre en febrero, al dimitir como presidenta del PP de Madrid por las acusaciones de financiación ilegal de su partido, la ha dotado de un estatus singular, está pero no está, que le permite “no callarse” sin desatar como antaño las iras marianistas.
Una libertad que lució ayer en el Círculo Ecuestre, donde siempre es recibida entre suspiros liberales como la alternativa para liderar algún día un “nuevo” PP, y en cuyos nobles salones las cábalas y quinielas sobre el inminente gobierno de Rajoy amenizaron cual banda sonora el cóctel previo a la conferencia.
Con su perenne y aniñada media sonrisa, que suscita la expectación no siempre cumplida de estar a punto de deshacerse del corsé de lo políticamente correcto, la portavoz popular en el Ayuntamiento de Madrid utilizó la presentación de su libro (Yo no me callo, Espasa) como coartada para exponer sus recetas contra la decadencia electoral del PP y para apaciguar el independentismo. Y de paso darle una coz a Cristóbal Montoro, al que acusó de haber freído a impuestos a los españoles como “socialdemócrata” convertido y de filtrar a la prensa su declaración de la renta antes de las municipales.
Recibió caricias también de la lideresa Pedro Arriola, asesor áulico de Rajoy, por haber subestimado a Podemos en sus inicios calificándolos de simples “frikis”.
Ante un auditorio que expresó en diferentes ocasiones su añoranza de Vidal-Quadras, y con la presencia de Alberto Fernández y Esperanza García como únicos representantes del PP catalán, Aguirre evitó cuestionar el liderazgo de Rajoy, convencida de que con su “seny y espíritu luchador” sabrá convertir la “debilidad en virtud” y llegar a acuerdos con otras formaciones.
Glosa de las virtudes del “jefe” que no tapó su predisposición a “plantar batalla” para que el PP abra un “proceso de reflexión” en su congreso y retorne a las esencias liberal conservadoras con el fin de “seducir” a la clase media que les ha dado la espalda en las urnas. Una suerte de refundación de la derecha, como la que pilotó en su día Aznar, que debería culminar –¿ya sin Rajoy?– con la fusión de PP y C’s por compartir la “misma raíz”.