La Vanguardia (1ª edición)

A la contra

- Pilar Rahola

Ciertament­e, la campaña norteameri­cana es un tiovivo. Cada vez que parece resuelta, se vuelve a emborronar, y esa ductilidad, en unas presidenci­ales que deberían ser cantadas para los demócratas, es un signo evidente de lo mal que están las cosas en ambos partidos. Ayer mismo, en su crónica, Jordi Barbeta volvía a hablar de empate técnico, aunque con el repunte favorable para Hillary Clinton, como siempre que se han rozado las posiciones. Pero ese empate venía después de una semana negra para Donald Trump, que lo había hundido en la miseria, o eso parecía, hasta que llegó el FBI con sus e-mails venenosos, y la tortilla se volteó de nuevo. Nunca ha parecido que ganara Trump, pero a menudo ha parecido que podía ganar, lo cual es una severa derrota para una Hillary que se enfrenta al candidato más pésimo de la historia republican­a.

Y ese es el quid de esta confrontac­ión, que no pasará a los anales de la gloria política aunque ofrece grandes lecciones para los que estudian dicha ciencia. Es decir, no la ganará el mejor candidato, sino el menos malo. Es una campaña de voto a la contra, con ambos candidatos de uñas con los propios votantes, a los que deben seducir no con el programa de su partido, sino azuzando el miedo al contrincan­te. Tanto Trump como Clinton se han montado en un carrusel de despropósi­tos donde lo único importante no es gustar, sino conseguir que el otro disguste más que uno mismo. Lo cual conlleva una evidencia: los dos partidos han optado por dos pésimos candidatos. En el caso de Trump sobran argumentos, porque el personaje es tan histriónic­o y excesivo que no necesita acotación, hasta el punto de que ha conseguido que la gente más notable de su partido lo desprecie profundame­nte. Y nunca, en la historia norteameri­cana, había existido un aspirante a la Casa Blanca que intentara ganar atacando a los colectivos más sensibles del voto: mujeres, hispanos y negros. Pero ahí está, reventando las encuestas.

El caso de Hillary Clinton es más significat­ivo, porque con ella la medalla del amor funciona a la inversa: cuanto más tiempo pasa, peor candidata. Lo que le ha ocurrido merecerá algunas tesis doctorales, porque ha dilapidado un sólido capital político, superior al de su marido y larvado durante años de trinchera política, y sin embargo ahí está ahora, intentando ganar porque su rival es tan malo, que suaviza la antipatía que genera. Ella mismo dijo una vez que lo más importante de un político era ser fiel a sí mismo, y, fiel a sí misma, ha conseguido tener la imagen más prepotente y altiva del denostado poder de Washington. De ahí que los votantes de Clinton le votarán porque odian a Trump, a pesar de no quererla. Y los votantes de Trump odian tanto a Hillary, que le votarán a pesar de detestarlo. Es decir, todos votarán contra todos, y ese voto a la contra llevará a un mal candidato, sí o sí, a la presidenci­a norteameri­cana.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain