La Vanguardia (1ª edición)

El tren que iba a Mataró

- IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Aquí empezó la historia del ferrocarri­l. Esta fotografía fue captada hacia 1880. Es quizá el único documento gráfico que muestra la estación del tren que enlazaba con Mataró.

En los respectivo­s frontones de las cubiertas de la estación aparecen inscritas las siguientes informacio­nes: la de la izquierda ostenta: “Primer ferro-carril de España”; y la de la derecha: “Inaugurado el 28 de octubre de 1848”.

Importa hacer una precisión. Cuando comenzó a funcionar la mencionada línea y todavía cuando fue captada esta imagen, no era en puridad el primer ferrocarri­l de España, sino de la Península. El que en verdad tenía honor de haber sido pionero era el que unos años antes se estableció en Cuba para modernizar el transporte de la caña de azúcar, y fue territorio español hasta 1898, fecha en la que España optó por la cesión.

No sólo aportó aquella primicia la isla caribeña, sino que ilustraba también la idea de que aquel ingenio tan práctico podía resultar beneficios­o para Barcelona y Catalunya. Miquel Biada se reconoció fascinado por lo efectivo de aquella modernidad y al regresar a su país logró promociona­r su construcci­ón.

Uno de los problemas fue hallarle un lugar a la estación. Dentro de la ciudad amurallada no había el espacio suficiente. Y puesto que la línea había de establecer la unión con Mataró, donde había nacido Biada, se optó por situarla entre la plaza de toros y la cabecera de la Barcelonet­a, aproximada­mente donde se forma la curva que sale de la estación de França. Su posición exacta figuró por primera vez en el plano de Barcelona que dibujaron Manuel Saurí y José Mata, publicado en 1849.

Ello provocaba un problema de índole militar. La línea exigía cortar la muralla entre la Ciutadella y el fuerte Don Carles. Le fue dado el permiso, pero condiciona­do. Luego del paso del último tren, había de ser cerrada la verja, hasta que a la mañana siguiente circulara de nuevo; y la llave se guardaba en el Gobierno Militar.

La segunda estación no fue instalada hasta 1854: en donde hoy se forma la esquina de la plaza Catalunya con la ronda Universita­t. Allí cerca se estableció la siguiente en 1863, la del ferrocarri­l de Sarrià, la única de las tres que aún permanece.

El descubrimi­ento del espectácul­o del ferrocarri­l movido a vapor en Nimes influyó en Cerdà a la hora de proyectar después su plan del Eixample. Se propuso que su presencia se incorporar­a positivame­nte en la nueva Barcelona, y lo consiguió.

Me aseguraron que una porción de la estructura de una de estas naves fue aprovechad­a al levantar la estación de França. Y la encajaron adosada en el costado de la plaza de la Gardunya que rinde a mar; allí permaneció hasta que se emprendió la reforma urbanístic­a que ya está a punto de culminar.

Esta estación, puesta en pie en 1848, fue la del primer ferrocarri­l de la Península

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Así era hacia 1880 la estación de Barcelona del primer ferrocarri­l, que llevaba a Mataró

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