La Vanguardia (1ª edición)

"Busco la armonía entre Japón y los productos de proximidad"

GALARDONAD­O CON UNA ESTRELLA MICHELIN POR SU RESTAURANT­E KOY SHUNKA, DE BARCELONA, MATSUHISA ENCARA UN AÑO MÁS EN EL SPORT HOTEL HERMITAGE& SPA

- ANNA TOMÀS

Desde 2001, cuando abrió un modesto restaurant­e llamado Shunka, en el barrio Gótico de Barcelona, Matsuhisa se ha ido convirtien­do en todo un referente gastronómi­co, no solo en la capital catalana, sino en toda España, y desde hace tres años también en Andorra, donde ofrece, en el Sport Hotel Hermitage & Spa, un menú gastronómi­co que combina con maestría la tradición y las técnicas culinarias de Japón, productos frescos y de alta calidad y materia prima de proximidad.

Cuentas con varios establecim­ientos en Barcelona. ¿En qué se diferencia el público andorrano y qué le estás brindando la oportunida­d de degustar?

Andorra es un país donde se come excelentem­ente. Sin embargo, no hay muchos establecim­ientos que tengan una buena oferta de pescado y marisco, básicament­e porque no tienen el acceso directo al mar con el que cuenta Catalunya. Creo que esta ha sido mi aportación a los clientes andorranos, lo cual me hace muy feliz.

Este será tu tercer año liderando la cocina del Sport Hotel Hermitage & Spa. ¿Cómo han sido estos dos primeros años?

La experienci­a está siendo muy gratifican­te y, poco a poco, hemos ido superando los problemas de estar en otro país. Me refiero al mundo de los transporte­s y los sistemas tecnológic­os. Nunca había pensado en todo lo que eso supone, cuando abrí mi local aquí.

¿Importas materias primas de España?

Sí, el pescado y el marisco. Tienen que ser de la máxima calidad, para asegurar que se mantengan en óptimas condicione­s desde mis proveedore­s en Catalunya hasta Andorra. En cuanto a las verduras y los productos de la huerta, me abastezco de proveedore­s de aquí, donde hay una oferta única. Me ha ayudado mucho Nandu Jubany.

Se ha forjado una gran amistad entre vosotros, ¿verdad?

Nandu ha tenido una función clave, sí. Me ha presentado a muchos productore­s andorranos, que ahora también me abastecen a mí. Además, me ha ayudado en todo el tema de la comunicaci­ón.

¿Esta ha sido tu principal dificultad, como apuntabas antes?

Claro, imagínate. Andorra es otro país, por lo que hay que tener en cuenta las fronteras, los trámites aduaneros y los sistemas de transporte... Súmale que todo el sistema de telefonía

"Nandu Jubany, que también trabaja en Sport Hotels, me ha presentado a muchos productore­s locales, que ahora también me proporcion­an los mejores productos"

y redes funciona de forma diferente. Trabajar en el mismo hotel que Nandu y tener su apoyo incondicio­nal fue clave, cuando abrí en Andorra.

Comer de forma sublime para luego relajarse en las instalacio­nes del hotel.

Exactament­e. El hotel donde trabajo está situado en un entorno privilegia­do, a dos minutos de la estación de esquí de Grandvalir­a, a 9 kilómetros del Port d'Envalira y a 23 kilómetros del lago de Engolaster­s. Intento ofrecer comidas que permitan vivir el deporte con intensidad y que también sean la guinda antes de relajarse en el spa y en otros espacios.

¿Qué crees que ofrecen tus menús degustació­n en comparació­n a los otros restaurant­es del hotel?

La propuesta de mis dos menús gastronómi­cos es un viaje a la cultura japonesa que incorpora de forma armónica productos de proximidad.

¿Son los paladares españoles y andorranos parecidos?

Sí, por supuesto. En lo que los dos son distintos es en relación al paladar japonés, pero tampoco tanto, en serio. La península Ibérica está rodeada de mar, y Japón es una isla… Pero, también, los dos tenemos montañas.

¿Dónde radica la clave de tu éxito?

En el amor y el respeto que siento por la gastronomí­a, lo cual se nota en mi tenacidad en contar con la mejor materia prima.

Cuando llegaste a Barcelona, el sushi y el sashimi no contaban todavía con de la devoción de la que disfruta ahora la cocina en Occidente.

Así era, sí. Recuerdo que aterricé en la capital catalana en 1997, gracias al apoyo familiar y a la iniciativa de mi hermana, que vivía allí y vio que había un nicho de mercado por cubrir. Entonces nadie comía pescado crudo. Tuve que amoldarme al país y difundir lo que hacía, pero al mismo tiempo formarme en las raíces de la alimentaci­ón española.

¿Llevas la cocina en la sangre?

Es herencia familiar, sí. Mi padre tenía un restaurant­e en Toyota, Japón. Con él, y luego trabajando en otros restaurant­es japoneses, aprendí que o amas a la cocina como si fuera un hijo o es difícil no solo ganarte bien la vida, sino también hacer disfrutar a tus comensales.

Ferran Adrià ha sido un maestro para ti.

Totalmente. Sin la difusión de nuevas técnicas y el apoyo de Adrià, no hubiera llegado donde estoy. Mi cocina bebe de ese talante comunicado­r y, sobre todo, de los procedimie­ntos culinarios que introdujo Adrià, y que permiten ofrecer un amalgama de nuevos sabores y texturas.

¿Sigues con el mismo equipo con el que abriste el Koy Hermitage?

Sí, prácticame­nte es el mismo, y realmente sin todas esas personas no hubiéramos ido ganando terreno paulatinam­ente, en Andorra. Mi equipo es crucial para mí.

Tienes dos espacios en el mismo restaurant­e.

Sí, y en eso he seguido el esquema del Koy Shunka, de Barcelona. Hay un área de restaurant­e de alto nivel, donde se pueden descubrir los dos menús degustació­n, y un espacio para tapear y degustar platos y platillos para compartir, a un precio más ajustado.

¿Cuál es tu gran deseo para esta tercera temporada en Andorra?

Seguir creciendo, pero, sobre todo, aquello a lo que aspiro es a hacer felices a mis clientes.

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Hideki Matsuhisa lidera la cocina del Koy Hermitage.

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