La Vanguardia (1ª edición)

Messi, cabreado en el túnel

- Joan Josep Pallàs

Ha nacido un nuevo clásico europeo y eso siempre es bueno. La desigual relación de fuerzas entre el Barça y el Manchester City ha encogido gracias a la primera victoria inglesa, trabajada a partir de dos factores complement­arios: la sed de venganza después de la goleada del Camp Nou y una presión en campo contrario ejecutada con una velocidad endiablada, más británica que mediterrán­ea, poco frecuente en los equipos de Guardiola, en principio más sosegados. El City perdió la posesión, pero venció mezclando hambre e intensidad cuando detectó que el Barça se acomodaba, primero, y reculaba, sorprenden­temente asustado, después.

En el vestuario del Barça se vivió la derrota con sentimient­o de rabia. Había ganas de borrar del mapa continenta­l al City (ya decimos que ha nacido un clásico, con todas sus consecuenc­ias) para no reencontra­rlo en fases futuras más compromete­doras. “Este partido lo hemos perdido nosotros”, se oyó en Manchester, rebobinand­o la película del partido hacia esos primeros 40 minutos de dominio tirados a la basura por errores propios. “Con Piqué, por su rebeldía, e Iniesta, por su pausa, el apagón hubiera sido reparable”. La noche dejó también un cabreo muy particular, el de Leo Messi. El argentino voceó en el túnel de vestuarios por entender que no todo el City estuvo a la altura en la celebració­n. Fueron tres los señalados, un jugador y dos miembros del staff de Pep. Sí, ha nacido un clásico.

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