Messi, cabreado en el túnel
Ha nacido un nuevo clásico europeo y eso siempre es bueno. La desigual relación de fuerzas entre el Barça y el Manchester City ha encogido gracias a la primera victoria inglesa, trabajada a partir de dos factores complementarios: la sed de venganza después de la goleada del Camp Nou y una presión en campo contrario ejecutada con una velocidad endiablada, más británica que mediterránea, poco frecuente en los equipos de Guardiola, en principio más sosegados. El City perdió la posesión, pero venció mezclando hambre e intensidad cuando detectó que el Barça se acomodaba, primero, y reculaba, sorprendentemente asustado, después.
En el vestuario del Barça se vivió la derrota con sentimiento de rabia. Había ganas de borrar del mapa continental al City (ya decimos que ha nacido un clásico, con todas sus consecuencias) para no reencontrarlo en fases futuras más comprometedoras. “Este partido lo hemos perdido nosotros”, se oyó en Manchester, rebobinando la película del partido hacia esos primeros 40 minutos de dominio tirados a la basura por errores propios. “Con Piqué, por su rebeldía, e Iniesta, por su pausa, el apagón hubiera sido reparable”. La noche dejó también un cabreo muy particular, el de Leo Messi. El argentino voceó en el túnel de vestuarios por entender que no todo el City estuvo a la altura en la celebración. Fueron tres los señalados, un jugador y dos miembros del staff de Pep. Sí, ha nacido un clásico.