La Vanguardia (1ª edición)

El otro padre de Barcelona 92

- Joaquín Luna

Aunque parezca lo contrario, el periodismo es aliado de la humildad: vales lo que vale tu último artículo y, por tanto, cuando dejas de escribir o te da por morirte, cae el olvido. Hoy haremos una excepción: conviene recordar que Andrés Mercé Varela, periodista atípico –para empezar, tenía porte–, fue uno de los artífices de que Barcelona organizase los Juegos Olímpicos del 92.

Mercé Varela, fallecido hace cinco años, nonagenari­o, tuvo un papel irremplaza­ble en la consecució­n de los Juegos. Todo empezó, sin embargo, mucho antes: conoció a Juan Antonio Samaranch en los años cincuenta y pronto se convirtió en su hombre de confianza, aunque Samaranch jugaba entonces a hockey sobre patines y Mercé Varela a hockey sobre hierba, lo que invertía los códigos sociales de la época. Aquella relación fue muy fructífera: “la pelotita” les llevó a la cúspide del deporte mundial, cada uno en su ámbito.

“Fui de los primeros que le dijeron a Juan Antonio que se dejase de una carrera en España y mirase al Comité Olímpico Internacio­nal”, me contó Mercé Varela en Seúl, días antes de los Juegos del 88.

Juegos, Mundiales de fútbol... Coincidir con él permitía descubrir, con lecciones teóricas y prácticas, la diplomacia del deporte olímpico y llegar a comprender el gran mérito de Samaranch: no siendo una lumbrera en su juventud, tuvo virtudes de hombre inteligent­e como saber escuchar y saber delegar en personas de valía. ¿No es acaso fascinante que un personaje al que sus enemigos asociaban con Franco terminase siendo uno de los españoles con mayor influencia internacio­nal?

Mercé Varela, periodista atípico –tenía porte–, fue clave en la tarea de ganar el voto de los electores del COI

Mercé Varela escribió en lo mejorcito de la prensa catalana –la revista Destino, Tele/eXpres o La Vanguardia desde los Juegos de Munich 72– y de algo que interesaba un pimiento al país, garbancero: el olimpismo. Acompañó a Samaranch en su ascenso, sin perder la elegancia y al mismo tiempo una alegría de vivir que impide compararla a la diplomacia vaticana. Su reino era de este mundo y Mercé Varela puso al servicio de la candidatur­a de Barcelona su savoir faire –que era mucho– como miembro del reducido comité de barcelones­es encargados de ganar el voto de todos y cada uno de los electores del COI, a quienes se agasajó, se les enseñó lo mejor –y lo peor– de la ciudad y se les “vendió” algo tan vendible –y en lo que creían– como la vocación deportiva de Barcelona.

Mercé Varela sabía todo del olimpismo y su figura –a la que asocio otros grandes del periodismo deportivo como Carlos Pardo o Juan José Castillo– fue también decisiva para el éxito colectivo de Barcelona 92.

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