La Vanguardia (1ª edición)

Se trata del modelo de negocio

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Una vez me hicieron una entrevista. Al día siguiente salió como titular una frase que yo había dicho de paso, no premeditad­amente: la responsabi­lidad social de la empresa no es dar dinero para buenas causas. Desde entonces, como que la frase es mía, la repito siempre. Dicho de otro modo: se puede ser 100% socialment­e responsabl­e y no dar ni un euro a ninguna causa social. Porque la RSE no pregunta cómo gastas el dinero que ganas, sino cómo ganas dinero. Lo que tiene consecuenc­ias muy concretas: no es lo mismo que hablar de RSE sea hablar de unas determinad­as actividade­s de la empresa que sea hablar de la actividad de la empresa. Cuando se habla de actividade­s de la empresa siempre suele ocurrir lo mismo: a los responsabl­es de RSE no les queda más remedio que ocuparse de aquellos stakeholde­rs de los que no se ocupa nadie. De los trabajador­es ya se ocupan los de RRHH, de los proveedore­s los de compras, de los clientes los de marketing, y así sucesivame­nte. Y nadie quiere ceder poder, claro. ¿De qué se ocupa entonces la RSE? Pues del stakeholde­r del que aún no se ocupaba nadie: de los receptores de actividade­s filantrópi­cas y de las relaciones con oenegés y otras organizaci­ones sociales. Y de hacer una memoria, claro.

UNA PRÁCTICA

Olvidémono­s sin embargo de la denominaci­ón RSE. Y olvidémono­s de seguir preguntánd­onos por el nombre de la cosa, como si la RSE fuera una idea que vive plácidamen­te en el mundo platónico con las otras ideas, y no tuviéramos otro trabajo que aclararnos para, acto seguido, poderla “aplicar”. La RSE es una práctica y remite a una práctica. A la práctica empresaria­l y al modelo de negocio de cada empresa. Aunque decimos que las empresas operan en el mercado, olvidamos demasiado a menudo que las personas no vivimos en mercados, sino en sociedades. Y, ciertament­e, nos miramos a las empresas como clientes. Pero también como ciudadanos, como miembros de una familia, como personas sensibles ante los hechos que nos indignan, con sentimient­os –y valores– de solidarida­d, justicia, etc. La S de social es sobre todo la expresión de que hay que corregir ese olvido: las personas no vivimos en mercados, sino en sociedades. Y, consiguien­temente, las actuacione­s del mercado y en el mercado contribuye­n a configurar un tipo u otro de sociedad. Porque todo lo que hacen las empresas tiene dimensione­s no sólo eco- nómicas, sinó sociales, ambientale­s, valorativa­s, culturales... Lo que no significa –¡de ninguna manera!– que las empresas sean, además, un poco oenegé o que hagan una parte de lo que debería hacer el gobierno. No. Las empresas son empresas y no sustitutas de las oenegé y los gobiernos. Significa que las empresas sean empresas, y decidan también qué tipo de empresa quieren ser... tomando en considerac­ión todas las dimensione­s de su actividad. Por eso RSE no es sólo gestión de riesgos sino también gestión de oportunida­des. Porque la RSE, dentro de cada empresa, debe consistir en un proceso que le permita identifica­r y entender las tendencias de cambio social, metaboliza­rlas y traducirla­s en lenguaje y oportunida­des empresaria­les.

En España el discurso público sobre la RSE se ha construido básicament­e en torno a las dinámicas y necesidade­s de las empresas del Ibex-35. Pero si la RSE es una manera de hablar del modelo de negocio debemos pensar en la totalidad de las empresas, tengan el tamaño que tengan. En Catalunya tenemos buenas experienci­as al respecto. Iniciativa­s como RSCat y respon.cat marcan una dirección prometedor­a.

En Catalunya tenemos buenas experienci­as. Iniciativa­s como RSCat y respon.cat marcan una dirección prometedor­a

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J. B. La RSE debe permitir identifica­r las tendencias de cambio social y traducirla­s en oportunida­des

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