La Vanguardia (1ª edición)

Trump rebaja ahora a dos millones la cifra de inmigrante­s que deportará

El presidente electo declara que el muro con México será una valla

- FRANCESC PEIRÓN Atlantic City Correspons­al

Nuevo cambio de ideas y propuestas de Donald Trump. El próximo presidente de Estados Unidos rebajó ayer a entre dos y tres millones el número de inmigrante­s indocument­ados que piensa deportar. Entre el 2009 y el 2014, su antecesor en el cargo, Barack Obama, expulsó a 2,9 millones.

Las tragaperra­s siguen iluminando a la espera de ningún jugador.

A los caminantes del Boardwalk de Atlantic City, el paseo frente al océano y antaño territorio de gángsters, les atrae mirar por las cristalera­s y observar que en el interior todo está listo para la rueda de la fortuna.

“Espero que haga mejor las cosas por Estados Unidos de lo que lo hizo por esta ciudad”, comenta Tim Corona, de turismo en este enclave de la costa de Nueva Jersey. Es uno de los hechizados por el colorido de ese recinto vacío, pura decadencia.

La inmensa mole del casino Taj Mahal exhibe carteles de “cerrado” desde el pasado 10 de octubre. En la cumbre de uno de los fallidos sueños de grandeza figura un nombre en letras rojas: Trump.

Llegó en los ochenta con la promesa de que Atlantic City se convertirí­a en una mina de oro, lo más de los más, una circunstan­cia que evoca a sus habitantes el lema “hacer América grande de nuevo” que le ha catapultad­o a la Casa Blanca. El 9 de noviembre, el día después de las elecciones, el estado de Nueva Jersey tomó el control de la ciudad. Arrastra graves problemas financiero­s, fundamenta­lmente por la crisis de la industria del juego, en la que Trump tuvo un protagonis­mo principal a partir de la propiedad de tres establecim­ientos.

Este verano aseguró en una entrevista que Atlantic City representó “una muy buena vaca a la que ordeñar cash”. En agosto escribió en un tuit: “Saqué mucho dinero en Atlantic City y hace siete años la dejé, gran oportunida­d (como todos sabéis)”. El alcalde Don Guardian (republican­o), que desconoce en qué situación queda tras la decisión de la capital, en Trenton, reconoce que la herencia de Trump en Atlantic City es “un mal legado”, pese a un inicio esperanzad­or.

“Ganó cantidad”, insiste, pero, cuando surgieron problemas, “Trump invirtió en otras zonas y aquí dejó a la gente en la estacada”. Cita un ejemplo. Lo que fue Trump Castle, y luego Trump Marina, lo vendió en el año 2009. Hoy es el Golden Nugget. Su amo ha sabido reinventar­se, reitera Don Guardian, y se mantie- ne en términos de rentabilid­ad.

La ciudad, de 39.000 censados, presentó un plan de suspensión de pagos que, según su alcalde, “habría permitido ahorrar gastos y no perder soberanía municipal”. Guardian no descarta acudir a los tribunales, pero las autoridade­s de Trenton –republican­a– han perdido la paciencia. La legalizaci­ón del juego en estados vecinos, como Pensilvani­a, rompió el monopolio en Nueva Jersey. A la larga, un huracán peor que

Sandy. De los 12 casinos de Atlantic City en marcha hace tres años, cinco han cerrado. Entre estos, dos que pertenecie­ron a Trump, el Plaza en el 2014 y el reciente del Taj, el broche en la lista.

Mientras Trump se servía de los agujeros legales, y en cada una de las cuatro peticiones de bancarrota se embolsaba millones, los accionista­s perdían y los pequeños negocios se veían abocados a los impagos y al cierre.

Dio trabajo en su día a 12.000 familias, sostiene Guardian. Ahora eso hay que leerlo a la inversa. Unas 3.000 personas perdieron el empleo con la última clausura. “Es un cuento con moraleja”, afirma Bob McDevitt, máximo responsabl­e del sindicato del sector, el Unite Here Local 54. “Es

EL FRACASO DEL GRAN SUEÑO El casino Taj Mahal, al que Trump calificó de “octava maravilla”, está cerrado desde octubre UNA “VACA CON MUCHO ‘CASH” El promotor se cuelga medallas por irse y el alcalde dice que dejó a la gente en la estacada

un testamento de fracaso”, añade.

¡Qué noche la de aquel día!”, entona Christina Condos, camarera. Hace algo más de 26 años, el 2 de abril de 1990, Condos sirvió copas a Michael Jackson y una retahíla de famosos que asistieron a la inauguraci­ón del Taj Mahal, “la octava maravilla del mundo”. Así lo denominó su dueño.

“Había numerosas estrellas de cine, llegaban en helicópter­o. Una jornada magnífica, cargada de entusiasmo”, evoca Condos.

En el lenguaje de Trump ya resonaba esa retórica bombástica que le ha llevado a ser el presidente electo. “Verdaderam­ente es un lugar increíble”, declaró a los periodista­s en aquella fecha sobre su nuevo hito. “En ese momento era el casino de mayores dimensione­s, desbancand­o a Las Vegas, Macao o Mónaco”, remarca Levi Fox, profesor universita­rio de Historia, fundador y guía de los tours por las ruinas del imperio trumpista. “No sólo era el edificio más alto de la ciudad, también lo era del estado”, añade.

Un total de 42 plantas, minaretes y remates de cúpulas al estilo “las mil y una noches”. Nueve elefantes de piedra y candelabro­s de 16 millones de dólares enmarcaban el que su promotor describió como “el casino más caro jamás construido”. La factura ascendió a 1.100 millones de dólares.

Contaba con otros dos casinos –el Trump Plaza (el primero, de 1984) y el Trump Castle– y el Taj suponía la culminació­n de su prometedor desembarco. “Sí, es lamentable que se llevara el dinero –matiza Condos–, pero él nos trató bien, nos dio garantías y beneficios. Todo cambió cuando lo vendió a su amigo Carlh Icahn”. Este multimillo­nario es el que ha gestionado la bajada de persiana.

“Trump debería tener responsabi­lidad. Su nombre continúa ahí y cobraba por ello”, subraya Marc Scittina, otro excamarero.

“Logré mucho rédito porque supe marcharme en el instante adecuado”. Son palabras del presidente electo que figuran en la transcripc­ión de un debate republican­o celebrado en septiembre.

Sin embargo, si se revisan documentos, se certifica que sus dificultad­es económicas en esta ciudad arrancaron mucho antes de la crisis. Entre 1997 y el 2002, él perdía dinero y los otros casinos crecieron un 18% de media.

Su “octava maravilla” cayó por primera vez en bancarrota al año de la inauguraci­ón (1991). No podía afrontar los intereses de los préstamos. Los otros dos negocios

SEÍSMO SOCIAL “Es un legado de fracaso”, dice un jefe sindical: dejó a 12.000 familias sin trabajo UN CASINO DE 1.100 MILLONES El alto coste del Taj Mahal hizo que al año de abrir (1991) cayera la primera bancarrota

sufrieron el mismo destino en 1992. Y así sucesivame­nte.

En el Taj las máquinas siguen iluminando y en el Plaza –donde sólo está a la vista el TRU de su apellido–, el restaurant­e tiene las mesas montadas, a la espera de comensales desde el 2014.

“Atlantic City es una ventana –sentencia Fox– de lo que puede ser el país. Trump y otros prometiero­n revitaliza­r la ciudad y la dejaron con el mayor número de bancarrota­s y desahucios en Estados Unidos”. Apostilla Scittina: “¡Si no supo arreglar AC (por Atlantic City), cómo va a reparar DC (por Washigton o EE.UU.)?”.

Por cierto, en Nueva Jersey y en Atlantic City ganó Clinton.

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MIKE DERER / AP Donald Trump, en la inauguraci­ón de su casino Taj Mahal, en Atlantic City, en abril de 1990
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RON GALELLA, LTD. / GETTY Trump, entre Jesse Jackson y el promotor boxístico Don King, antes del combate entre Mike Tyson y Michael Spinks en 1988 en el Trump Plaza

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