Papeletas como puñales
SUSAN Sarandon, a quien posiblemente marcó su papel en Thelma y Louise hasta el punto de que siente atracción por saltar al vacío, anunció al mundo que no iba a apoyar a Hillary Clinton “porque no voto con la vagina”. En cualquier caso, la frase de la actriz nos invita a pensar con qué caray vota la gente. De un tiempo a esta parte se diría que emite su voto con partes insospechadas de su cuerpo, menos con el cerebro. Fue David Lloyd George, un liberal que consiguió ser primer ministro británico durante la Primera Guerra Mundial en alianza con los conservadores, quien dijo que “la papeleta es un puñal de papel”, así que a menudo acudimos a las urnas con más adrenalina que razonamientos. Por cierto, la frase la pronunció no cuando llegó al poder, sino cuando fue descabalgado.
El mundo es hoy un ejército de indignados porque su realidad ha empeorado y sus aspiraciones se han diluido. Pero, a menudo, en lugar de intentar cambiar las cosas, simplemente las arrollamos y dejamos que se apoderen del mundo los traficantes de sentimientos, los embusteros de futuros y los amorales disfrazados por el marketing. Seguramente, tienen razón en irritarse. Sin embargo, las alternativas para mejorar la gobernanza están siendo descorazonadoras. Decididamente, no se acepta Trump como animal de compañía.
Los ciudadanos están emitiendo sus votos en contra de los políticos en lugar de emitirlos a favor. Y el resultado no está siendo la fiesta de la democracia, sino su aquelarre. Hoy más que nunca los pueblos no tienen los gobernantes que se merecen. Como ha escrito el profesor Aaron James, no podemos caer en la humillante conformidad, ni refugiarnos en el cinismo, ni dar rienda suelta a nuestra ira en las redes sociales. Es necesaria una revolución de la inteligencia antes de que el planeta sea un lugar insoportable. Habría que transformar el resentimiento social en exigencia política. Y sobre todo no creerse jamás a los salvapatrias.