El hombre ‘teflón’
La elección de Trump para la mayoría de los americanos ha sido una desagradable sorpresa (Clinton ganó el plebiscito popular), para otros ha sido una agradable sorpresa, y para Trump probablemente ha sido una gran sorpresa.
En los últimos días, ríos de tinta y millones de clics han tratado de explicar algo que hace tres semanas era impensable. Cómo es posible que haya ganado Trump? Estas líneas pretenden ahondar en el tema.
Su austera campaña, el 50% de lo que ha gastado Clinton, revalida a Trump como hombre de marketing. Ha posicionado el producto (su persona) de una manera impactante, distinta, y constante.
“No soy un político”. “No debo favores a nadie”. “Estoy harto de quienes atizan el fuego que les calienta”. Simples mensajes que fueron dirigidos con precisión de láser a un electorado nostálgico, hambriento de cambio, y en su mayoría descontento.
Desde el principio Trump consiguió un contacto emocional con el grupo demográfico escogido. Hombres blancos, clase media baja, sin educación universitaria, frustrados al escapárseles el tren del progreso, temerosos del progreso “feminista” y fanáticos defensores del derecho a armarse.
Una vez establecida la conexión emocional entre Trump y sus clientes ellos le han perdonado su lenguaje vulgar, sus falsedades, y sus vastos déficits en cultura histórica y política. Trump es un hombre teflón.
La contundencia de su oratoria ha sido estremecedora: “Millones de inmigrantes ilegales mexicanos nos roban empleos”. “China inunda nuestro mercado con productos de bajo coste financiados con moneda artificialmente devaluada”. “La grandes empresas americanas en vez de exportar productos exportan sus beneficios, y centros de producción”. “Las élites de Silicon Valley, Wall Street y Hollywood se quedan con la mejor tajada del producto nacional bruto”. “El seguro médico Obamacare es ineficiente”. “Los tratados de libre comercio perjudican al país”. “Los que más me temen, los negros, conmigo no tienen nada que perder”.
Sumario: “Estados Unidos no es lo que era”. “Ayudadme a que América recupere su grandeza: Let’s make America great again!”. Lo que se guardó muy bien de explicar es cómo.
Clinton, híper preparada, pero parte del elitismo culpable de ‘tanta desgracia’ respondió a la exuberancia del gigante –Trump será uno de los presidentes de mayor estatura– con un discurso correcto, pero flácido. Además en las últimas semanas recibió dos inesperados contratiempos.
El importante colectivo homosexual tradicionalmente afiliado al Partido Demócrata empezó a reconsiderar su postura cuando Peter Thiel, un multimillonario estrella de Silicon Valley (Facebook), declaró en la convención republicana: “¡Soy gay, y muy orgulloso de serlo!”. Thiel se ha erigido como pieza importante en el equipo Trump.
La carga de profundidad que abrió una vía de agua en el navío Clinton fue el FBI. Once días antes de las elecciones, y cuando el voto anticipado estaba ya abierto, su director, James Comey, anunció otra investigación sobre los famosos correos electrónicos de Clinton. La primera se había cerrado ya. La declaración de Comey resultó en una pérdida para Clinton de tres puntos porcentuales, que teóricamente habrían sido suficientes para ganar Florida, Pensilvania , y probablemente la presidencia.
Agua muerta no mueve molino. Lo que cuenta ahora es la dignidad y madurez con que este país, frecuentemente acusado de lo contrario, está gestionando la transición. La tranquilidad es absoluta –la calle, en plena efervescencia pre Thanksgiving–, la bolsa de Wall Street ha alcanzado altos niveles históricos, el dólar se refuerza y el tema en el que todo el mundo está de acuerdo es mantener al país unido. Me muero de envidia.
Una vez establecida la conexión emocional, los ‘clientes’ de Trump le han perdonado su vulgaridad y falsedades