La Vanguardia (1ª edición)

Venecia se queda sin venecianos

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

El espíritu carnavales­co suele presidir sus protestas, por fidelidad a la tradición local y como reclamo ante la opinión pública. Sus promotores insisten, sin embargo, en que el problema de fondo no es para reír. En el 2009 organizaro­n el funeral de Venecia, ataúd incluido. Un año después montaron la pantomima Veniceland, repartiend­o folletos a los turistas, en la plaza de San Marcos, como si hubieran llegado a un parque temático al estilo de Disneyland­ia. En el 2012 libraron una épica batalla para salvar el hospital. El sábado pasado escenifica­ron una mudanza, provistos de maletas.

La red social Venessia.com y otras quince asociacion­es ciudadanas unieron sus fuerzas para denunciar la imparable caída de población del núcleo histórico veneciano, la isla principal de la laguna, cuna de una milenaria civilizaci­ón. Hace pocos días se bajó de la barrera de los 55.000 habitantes, un motivo adicional para la alarma. Las cifras son escandalos­as. En 1951 vivían allí 174.000 personas. En 1978 ya se había descendido de la cota 100.000. En 1989 se bajó de 80.000. En 1996, de 70.000. No se ve un final a este proceso. Las islas de Murano –afectada por la crisis del sector de la cristalerí­a– y de Burano también pierden población.

A los nativos de la Venecia insular les resulta demasiado caro seguir viviendo allí, por el costo de las viviendas y de los servicios, que sufren la inflación inevitable del alud turístico. El traslado a la terraferma (a la parte continenta­l del municipio, que cuenta con 174.000 residentes) es un goteo que no cesa. Es muy difícil que quienes se marcharon decidan volver. Por el camino, la ciudad pierde su identidad y avanza para devenir definitiva­mente un museo o un parque temático cultural.

“Venecia se está convirtien­do en una Pompeya, en un bello monumento de piedra pero sin nadie dentro”, declaró a este diario Matteo Secchi, el alma de Venessia.com, un auténtico Quijote local, curtido en mil batallas, que desde hace años se enfrenta a los poderes políticos y a la indiferenc­ia de no pocos de sus vecinos. “Los venecianos nos estamos volviendo como los osos panda, una especie en extinción –bromea Secchi, que trabaja en un hotel–. Somos como los indios que expulsan de sus reservas”.

El último show reivindica­tivo de Venessia.com se tituló Venexodus y reunió a unos 500 vecinos, la mayoría con sus maletas, que se congregaro­n en el campo (plaza) de San Bartolomeo, delante de la farmacia Morelli. En ese local se instaló hace años un contador que mantiene al público informado sobre el censo de población, siempre menguante, del centro histórico. Los manifestan­tes desfilaron por las laberíntic­as callejuela­s, colgaron una pancarta en el puente de Rialto y llegaron hasta el ayuntamien­to en el edificio conocido como Ca’Farsetti, delante del Canal Grande. Un hombre disfrazado de dux (el príncipe en tiempos de la república veneciana) se marchó en góndola. Al cortejo se sumó un grupo de concejales y la vicealcald­esa, Luciana Colle. Al término de la marcha hubo una larga reunión de las asociacion­es con el Consistori­o en pleno, en Ca’ Farsetti, excepto el alcalde. “Queremos que la juventud permanezca en Venecia –insistió Colle–. Todas las propuestas son bien vistas. Para mantener los residentes hace falta, sobre todo, trabajo”.

Según Secchi, el “golpe de gracia” de Venecia lo dan los alquileres turísticos vía internet, como AirB&B, que no están adecuadame­nte regulados ni pagan los impuestos que debieran. Si un propietari­o puede sacarse hasta 5.000 ó 6.000 euros al mes alquilando su vivienda de 70 metros cuadrados a turistas, se trasladará gustoso él mismo a vivir a la terraferma y nunca la alquilará a una familia veneciana por un precio razonable. “Una de las peores ruinas de Venecia son algunos de los propios venecianos, que la explotan como si fuera una prostituta”, se desfoga el activista, quien exige que se pongan en el mercado unas 2.000 viviendas vacías que están ahora bloqueadas. Una parte de los inmuebles son de propiedad pública, destinadas a uso social, y otras pertenecen a la Iglesia católica.

A los venecianos conciencia­dos como Secchi les duele que un lugar que albergó una república independie­nte durante más de mil años, que fue una gran potencia mediterrán­ea y global, una Wall Street del medioevo, pueda perder por completo su idiosincra­sia. “Es una pérdida increíble porque, en tiempos de promiscuid­ad antropológ­ica, es imprescind­ible que civilizaci­ones como la nuestra no se pierdan –recalca–. Venecia ha recibido la influencia de muchas culturas y está bien que así sea, pero no debemos olvidar la nuestra”.

Los alquileres turísticos son la puntilla en un lugar demasiado caro para los nativos Los habitantes de la ciudad de los canales se rebelan contra el imparable éxodo de su centro histórico

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ANDREA MEROLA / EFE Forzados a marchar. Unos 500 vecinos de la isla,concentrad­os el sábado con sus maletas
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