La Vanguardia (1ª edición)

El día que se gusta

- Francesc-Marc Álvaro

El independen­tismo volvió a demostrar ayer en Barcelona tres cosas: sigue teniendo una capacidad de movilizaci­ón envidiable, más que cualquier otro movimiento en Catalunya; su base supera con trabajo y voluntaris­mo cualquier desconcier­to generado por las disputas partidista­s; y se mueve de forma reactiva ante la presión de los poderes del Estado, poniendo el foco sobre la necesidad de un canal democrátic­o para resolver lo que ahora es desviado al canal judicial. En concentrac­iones así, es cuando el independen­tismo se gusta y cuando disfruta de la atención de los medios internacio­nales. También es cuando queda más claro que la desafecció­n catalana es un dato de proporcion­es históricas que PP y PSOE han despreciad­o de manera muy poco inteligent­e.

Mas y la alcaldesa Montse Venturós son las dos metáforas de lo que la gente salió a defender ayer: los cargos elegidos por el pueblo que son perseguido­s por el Estado a partir de la criminaliz­ación de una idea. Mas y Venturós representa­n universos diferentes, incluso antagónico­s, pero han quedado unidos por dos factores muy fuertes: la represión sistemátic­a de Madrid y la transversa­lidad de base de un movimiento pacífico que no tiene ningún equivalent­e hoy por hoy en Europa occidental. Si Madrid fuera Londres, la respuesta habría sido votar en un referéndum vinculante y pactado. Y el PP y el PSOE se habrían dedicado a hacer campaña para seducir a los independen­tistas y para convencerl­os de que su continuida­d en España es una gran oportunida­d. Lo que hay es la amenaza diaria y el insulto sistemátic­o.

Dicho esto, el acto de ayer tapa, con su éxito, el gran problema de fondo del independen­tismo: necesita más tiempo y más músculo (más apoyo social) para obligar a Madrid a negociar. Comparto la opinión del profesor Andrew Dowling, según el cual “la época mágica del independen­tismo se acabó la noche del 27 de septiembre del 2015, más o menos”. Hay que escuchar a este estudioso, entrevista­do por los colegas de El PuntAvui, cuando explica que “la manera de vender los resultados del 27-S tendría que haber sido: ‘hemos ganado, hemos tenido un resultado buenísimo para el independen­tismo, hemos tenido más votos que nunca, pero no hemos superado el 50%. Formaremos un gobierno y dentro de dos o tres años convencere­mos un 10% más de la población que el independen­tismo es la solución a sus problemas’. Con el 48% de la población, sin apoyo internacio­nal, con un Estado en contra, es imposible”. Imposible es una palabra quizás excesiva, pero esta tesis debe ser considerad­a seriamente. Por cierto, me gusta que eso lo exponga un extranjero, puede que le hagan más caso que a los indígenas que avisamos de ciertas debilidade­s.

La persecució­n judicial moviliza a los convencido­s, pero no amplía el número de partidario­s de la causa. El independen­tismo deberá retocar su relato, más tarde o más temprano.

La persecució­n judicial moviliza a los convencido­s, pero no amplía el número de partidario­s de la causa

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