La Vanguardia (1ª edición)

¿Marine Le Pen? ¡De Gaulle!

- Joaquín Luna

Aveces lo imposible se hace realidad: Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, hija de Jean-Marie Le Pen, está a las puertas del palacio del Elíseo tras décadas de esfuerzo, ilusión y perseveran­cia frente al desprecio colectivo. La primavera próxima, Francia vota: si gana Le Pen, adiós UE.

¡Ah, las ilusiones! ¡No hay como las ilusiones colectivas para ver lo bueno de las cosas! ¿Que gana Marine Le Pen? No seamos cenizos y miremos el lado positivo: una empresa familiar –el Frente Nacional– dirigiría Francia. O bien: una mujer preside la República Francesa, al fin.

Esto de que lo imposible sea posible debería guiarnos en los meses, los años y los siglos venideros. ¿No sería acaso emocionant­e una tercera guerra mundial? ¿Y que ardiera de verdad París? ¿O reaparecie­sen las corridas de toros en Olot?

Lo malo es que yo no le veo la gracia a que Donald Trump y Vladímir Putin manden y se hagan aliados. Ya sólo nos faltaría Marine Le Pen, pese a que es un ejemplo de crecimient­o personal –y de cómo matar al padre–. Los unionistas somos gente sin horizontes que no le vemos gracia alguna al éxito de Trump como no se lo veremos al de Le Pen ni envueltos en banderas.

Yo soy más de ilusiones personales, infantiles y menores: viajar en el 2017 a Colombey-les-Deux-Églises, en el Alto Marne, y depositar un ramo de flores en la tumba de Charles de Gaulle, con un mensaje sencillo: –¡Cuánta razón tenía usted!

Mon général, como le llamaban sus fans, entre ellos el añorado tándem Carlos Sentís-Jaime Arias, acertó bastante y, lejos de ser un hombre del pasado, es más actual que nunca. Sin perder el respeto a Gran Bretaña y a su amigo Winston Churchill, ya nos dejó dicho que no eran europeos de fiar. “Un hombre puede tener amigos, un país no”, escribió para que los británicos –a quienes tanto debía– comprendie­ran su oposición al ingreso de Gran Bretaña en la UE de los sesenta.

Si De Gaulle tiene hoy vigencia –aunque los jóvenes lo ignoren y se rían– es porque al asumir la presidenci­a de la V República Francesa en 1959 anticipó que Marine Le Pen podría hacer posible lo imposible.

El salvador de la honra de Francia y otros políticos con sentido de Estado fijaron el sistema electoral a doble vuelta para evitar los estropicio­s de los extremista­s. Tropecient­os años después, o sea hoy, el Frente Nacional tiene sólo dos diputados de 577 en el Parlamento, cuando obtuvo 3,5 millones de votos –el 13,6%– en la primera vuelta de las elecciones legislativ­as.

El sistema gaullista y los electores franceses –votez Alain Juppé!– son el último dique para “salvar” a Europa, a la Europa que algunos defendemos, la que celebra 60 años en el 2017 y está sola y sin moral ante una amalgama de movimiento­s y partidos que asustan.

Santa Rita, que me quede con Charles de Gaulle.

Es muy emocionant­e que lo imposible sea posible: ¿acaso no sería estético que París ardiera de veras?

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