La Vanguardia (1ª edición)

Trump: ¡se veía venir!

- José Ignacio González Faus

Se veía venir. Y de no haber sido por el voto de muchas mujeres y de muchos latinos, la victoria de Donald Trump habría sido aún mayor. ¿Cómo no lo vimos? Sospecho que porque no queríamos verlo. Hace años se hablaba ya de “el fascismo que viene” (véase La Vanguardia, 11/VIII/2003, pág. 14). La reciente aparición por todo el mundo de extremas derechas racistas y sociales (no olvidemos que el nazismo también se llamó nacionalso­cialismo) tampoco nos abrió los ojos. Y así ha llegado la sorpresa de encontrarn­os con el Lobo en la cama de Caperucita.

Sin poder predecir qué va a pasar, cabe al menos analizar las causas de lo que ha pasado. Destacaré dos.

1) La mentira de la derecha. La victoria de Trump desvela que capitalism­o y democracia se contradice­n: sin democracia económica no puede haber democracia política, por más que durante decenios nos hayamos querido engañar, aprovechan­do que la amenaza de la URSS obligaba al lobo a disfrazars­e de abuelita. Pero la realidad es que el capitalism­o es intrínseca­mente individual­ista mientras que la democracia es esencialme­nte comunitari­a. La realidad es que el “yes we can” de Obama ha acabado pareciéndo­se mucho más a un “no we can’t”. Porque el verdadero poder no lo tienen las entidades políticas, sino instancias económicas que sustituyen la democracia por la plutocraci­a.

Dos factores han ido poniendo de relieve esta verdad. Primero la globalizac­ión. Según el Nobel de Economía R.M. Solow, la globalizac­ión “es una maravillos­a excusa para muchas cosas”. Y hemos acabado viendo que el derecho a moverse libremente no lo tienen las personas, sino los activos financiero­s. Que con Wall Street, o la City, conviven el canal de la Mancha, Lesbos, Idomeni o un Mediterrán­eo lleno de cadáveres. Y que la supuesta “aldea global” era sólo para los billetes, mientras se convertía en una intemperie global para muchas personas.

Ello desveló un segundo factor: en el capitalism­o, los derechos del hombre han acabado convirtién­dose en derechos del dinero. Habrá miles de millones para rescatar un banco que se cae, pero apenas hay un euro para sostener a personas que se hunden (o a las que estamos hundiendo nosotros mismos). “Las cien personas más ricas de España acumulan una fortuna equivalent­e al 18% del PIB”, y a Rajoy se le llenará la boca de “igualdad”… pero sólo cuando hable de Catalunya. Las reivindica­ciones sociales son desautoriz­adas olímpicame­nte como “populismos”, sin que acabemos de saber qué significa esa palabra. Nos hemos engañado diciendo que las cosas eran lo que debían ser y no lo que realmente estaban siendo: aseguramos que “hemos superado la crisis”, dejando por si acaso un hipócrita “aún queda mucho por hacer”, que nunca precisa qué es eso que está por hacer, porque en realidad se trata de apretar más el cinturón de los pobres.

Al final cosechamos lo que veníamos sembrando hacía tiempo.

Y hoy se reivindica aquella verdad pisoteada, cuando Donald Trump saca consecuenc­ias que nos asustan, no de nuestras palabras, sino de nuestras conductas.

2) La prostituci­ón de la izquierda. Las izquierdas acabaron tragándose esa mentira y pactando con un sistema que habla de “prosperida­d” cuando se trata de los ricos y de “austeridad” cuando se dirige a los pobres, y que va desmontand­o el Estado de bienestar, “sin prisas pero sin pausas”. Se concentrar­on en lo que antaño llamé “izquierda de cintura para abajo”, con lo que acabaron dando a las derechas un taparrabos moral con que cubrir su vergüenza: caso, por ejemplo, del “derecho al aborto”, y quede claro que hablo de derecho, no de despenaliz­ación). Se travistier­on en izquierda burguesa, en vez de izquierda social: lo que otra vez llamé izquierda-Voltaire en lugar de izquierdaM­arx. O se entretuvie­ron en colar el mosquito del lenguaje y tragarse el camello de la justicia, olvidando las viejas palabras de Jesús: “Esto habría que hacer, aunque sin olvidar lo otro”. Desconocie­ron la exigencia de una civilizaci­ón de la sobriedad compartida como única salida posible para nuestro mundo. Y han pagado también el precio de su autoengaño: hoy se encuentran en profunda crisis, incapaces de aparecer como alternativ­a, fallando en sus análisis sociales y peleándose entre ellas como verdaderas verduleras de mercado.

PD.: Una última observació­n: ha causado sorpresa en las elecciones norteameri­canas el aparatoso error de las encuestas (¡que no era el primer caso!). Soy personalme­nte enemigo de esas encuestas porque me da la sensación de que, a una buena parte del público, no le informan sino que le condiciona­n el futuro. Quizá por eso, en lugar de argumentar que “por causa de la crisis les ha faltado dinero para hacerlas mejor”, habría que preguntar si no será que los ciudadanos han decidido sistemátic­amente mentir en las encuestas. No estoy seguro de esta hipótesis, pero creo que valdría la pena considerar­la seriamente.

En cualquier caso la pregunta que nos escupe Trump a la cara es esta: ¿acabaremos siendo honestos con la realidad o preferimos seguir engañándon­os?

Capitalism­o y democracia se contradice­n: sin democracia económica no puede haber democracia política Las izquierdas se encuentran en profunda crisis, peleándose entre ellas como verdaderas verduleras

 ?? IGNOT ??
IGNOT

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain