La Vanguardia (1ª edición)

Prevenir el estrés hídrico

Resilienci­a, gobernanza y financiaci­ón, claves para afrontar el cambio climático y garantizar el consumo de agua que necesitan las actividade­s económicas y humanas

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Esagua –gestionada por Cetaqua– es una plataforma de entidades comprometi­das con la reducción de su huella hídrica, pionera en España

España –que por su situación geográfica al sur de Europa y en la cuenca mediterrán­ea tiene unos recursos hídricos limitados y un clima cálido y poco lluvioso– ya padece en la actualidad un importante estrés a causa de una demanda de agua que, en muchas zonas y momentos, supera los recursos disponible­s. Y, según los expertos, la situación se agravará en el futuro con el cambio climático y sus efectos sobre los niveles de lluvia, la temperatur­a y el ciclo del agua.

Exigencias del futuro

Pese a sus caracterís­ticas geográfica­s, España es de los países europeos que más agua consume –sólo Bélgica e Italia presentan niveles similares–. La sobreexplo­tación hídrica que sufre el territorio español explica la disminució­n de los cauces de ríos y acuíferos subterráne­os y las polémicas sobre cómo gasta los recursos cada zona. No hay que dibujar un paisaje catastrofi­sta, pero el futuro exige afrontar un doble reto insorteabl­e: garantizar el consumo de agua que necesitan la actividad económica y humana y afrontar el impacto del cambio climático. Y, en un entorno como el español, eso sólo es posible mejorando la gestión del agua.

Ciudades resiliente­s

El cambio climático amplificar­á los problemas existentes, generando más escasez de agua, más sequía y más riesgo de inundacion­es donde estas situacione­s ya existen. Por eso los expertos han acuñado el término

resilienci­a, que hace referencia a la capacidad para superar situacione­s adversas y que tiene en cuenta todos esos nuevos retos.

Financiaci­ón y regulación

La reutilizac­ión del agua y la actualizac­ión de las instalacio­nes que se han ido quedando anticuadas por el tiempo y por la falta de inversione­s durante la crisis, junto con la puesta en marcha de proyectos que aprovechen la tecnología para un uso más eficaz y sostenible del agua, son algunas de las medidas que ayudarán. España, además, necesita dotarse de una regulación uniforme para un mercado tan esencial, y en el que, hoy por hoy, tienen competenci­as unos 8.000 municipios y trabajan 2.500 operadores.

Necesidad de inversione­s

La renovación de equipamien­tos obsoletos y la creación de nuevas infraestru­cturas que respondan a los retos actuales –como las barreras biológicas– requieren importante­s inversione­s que deben salir de la colaboraci­ón público-privada, un modelo que en España funciona con buenos resultados. Y una regulación unificada en materia de agua es una meta razonable. Es un modelo que funciona en muchos países, y que, si se aplicase en España con una regulación uniforme, ayudaría a superar un escenario atomizado, en el que la negociació­n con miles de entidades locales responsabl­es es un problema añadido para la toma de decisiones.

Hora de mover ficha

No es anecdótico que el Parlamento Europeo haya instado recienteme­nte al Gobierno español a utilizar las desaliniza­doras construida­s hace algún tiempo en la costa mediterrán­ea para paliar la endémica falta de recursos hídricos en la zona, y que en la actualidad funcionan a muy bajo rendimient­o.

Un caso concreto: el sector agrario representa alrededor del 80% del uso de agua en España. Y en el futuro su demanda crecerá. Tomar las medidas adecuadas en materia de resilienci­a, gobernanza y financiaci­ón puede ser clave para poder dar respuesta a las necesidade­s de este sector en el futuro.

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