Barcelona, ‘clever city’
La inteligencia suele medirse como la capacidad para adaptarse al entorno y a los interrogantes que este plantea. El concepto de la smart city (ciudad inteligente) surge, precisamente, de esta necesidad para detectar y ofrecer soluciones a las personas que viven y circulan por ellas. La buena organización de las ciudades nos ayuda a evitar tiempos de espera, mejorar la eficiencia y evitar, en definitiva, que nos desesperemos.
Aunque nací en Barcelona, actualmente vivo en la Ciudad de México, donde es muy complicado hablar de ciudad inteligente debido, en parte, a sus 25 millones de habitantes. Aunque se están implantando diversas iniciativas para mejorar –como el fomento del uso de la bicicleta–, es la ciudad con más tráfico del mundo, con un incremento del 60% en los tiempos de traslado como media, que puede doblarse en horas punta. Esto provoca que la mayoría de ciudadanos pasen más de dos horas al día moviéndose hasta su lugar de trabajo.
Barcelona y otras ciudades europeas están haciendo verdaderos esfuerzos para implementar el concepto smart city, centrándose en la implementación de infraestructuras de conexión rápidas y permitiendo así la comunicación y participación de los ciudadanos en las cuestiones que afectan a la urbe.
En Barcelona es destacable la mejoría de la gestión de residuos eficientes, zonas verdes y planeación urbana para, de esta forma, propiciar un crecimiento sostenible.
Es importante recalcar también que en los últimos cinco años se ha avanzado en el área de reciclaje, aunque siguen faltando zonas verdes en la ciudad. También la movilidad (transporte púbico, infraestructura tecnológica para tener conectividad entre vehículos, bicicletas, autobuses, semáforos, estacionamientos, etcétera) es un aspecto fundamental en una smart city.
Barcelona –una de las ciudades con más motos por habitante a nivel mundial– tiene un transporte fluido, aunque tiene pendiente la mejora de la red de metro, que todavía no llega a todas las áreas de la ciudad y del área metropolitana.
A pesar de que la ciudad ha mejorado mucho, tanto en transporte público como en los hábitos de los ciudadanos (uso de la bicicleta), el tiempo medio de transporte aun es de un 29 por ciento más del que sería sin tráfico.
La ciudad del futuro se basa en la fluidez y sustentabilidad, que se logrará gracias a la conectividad y al internet de las cosas (IoT), que permite tomar decisiones autónomas de vehículos, semáforos, etcétera. En un escenario perfecto, los vehículos apenas se pararán y circularán a unos 30 km/h en flujo casi continuo gracias a que estarán autoconectados. Los estacionamientos inteligentes y aplicaciones para encontrar parking evitarán dar vueltas y vueltas a las manzanas y el car sharing, bici sharing y otras dinámicas de la economía colaborativa ya están ayudando en que haya menos congestiones de tráfico.
Barcelona, con la celebración, esta semana, del Smart City Expo World Congress, se posiciona de forma privilegiada para ser una cita mundial de la smart pero para ello tendrá que ser una ciudad aún más inteligente.
La ciudad tiene un transporte fluido, pero está pendiente mejorar la red de metro