La Vanguardia (1ª edición)

“Quiero cambiar la injusta realidad de la ELA”

Francisco Luzón, exbanquero, creador de la Fundación Luzón y enfermo de ELA

- ANA MACPHERSON Barcelona

Francisco Luzón se maneja con gran soltura en las entrevista­s aunque sus cuerdas vocales estén sin energía ninguna y hable a través de una aplicación de móvil. Mucha experienci­a después de haber sido presidente del Banco Exterior de España, de Argentaria, número dos del Santander, artífice de la fusión bancaria Bilbao-Vizcaya, consejero en Georgetown y Yale, presidente de la Escuela de Negocios de Icade, patrono de la Fundación Príncipe de Asturias... La esclerosis lateral amiotrófic­a que le diagnostic­aron en el 2015 le impide hablar directamen­te y desde hace un par de meses también tragar, así que come por sonda. Pero su ELA es el potente motor de un plan en el que pone en juego toda su experienci­a para cambiar radicalmen­te las cosas en torno a la enfermedad. Contra reloj, porque la esclerosis tiene un margen estrecho de vida, Luzón tiene ahora, a sus 68, un plan muy ambicioso a través de la fundación que lleva su nombre.

¿Qué es lo primero que hay que cambiar? Llamar la atención, combatir su invisibili­dad. Yo lo he hecho con mi propio testimonio. No por mí, sino por los 4.000 enfermos que en España la padecen y no tienen el apoyo necesario. Y por los que la tendrán en el futuro. La ELA es una enfermedad invisible, prácticame­nte nadie conoce nada. Sus pacientes no existen ni para la sociedad ni para la mayor parte de los médicos ni los poderes fácticos. La ELA es como la bala mortal de una ruleta rusa: le puede tocar a cualquiera sin que la medicina y la ciencia la puedan frenar. Desde la fundación aspiramos a abrir la puerta a una gran alianza públicopri­vada que involucre a todos los agentes afectados: los enfermos, las asociacion­es de pacientes, los hospitales, los médicos, los investigad­ores, las universida­des, las fundacione­s, las empresas y, por supuesto, las administra­ciones públicas.

¿Por dónde empiezan? Por un registro de casos que tendremos en el 2017. Hemos involucrad­o a las asociacion­es de enfermos y a diez hospitales de las comunidade­s donde se concentra el 70% de los enfermos. En España hay estadístic­amente 4.000, 900 nuevos cada año, los mismos que mueren, pero realmente no sabemos dónde están ni qué necesidade­s hay para atenderlos. Durante diez meses María José, mi mujer, y yo hemos recorrido todo el territorio para hacer un mapa real y hemos visto situacione­s tremendas, ¡enfermos a cargo de niños! La enfermedad se pasa en casa el 90% del tiempo y no hay nada organizado para esos cuidados en la mayoría de comunidade­s. Las administra­ciones no se hablan entre ellas. El modelo del hospital de Bellvitge nos gusta. Atiende de forma multidisci­plinar al enfermo, no lo pasea por el neumólogo, el traumatólo­go, el digestivo, sino que ellos acuden a la unidad sin mover al paciente. Tienen un acuerdo con la fundación Miquel Valls, que tiene despacho en la misma unidad y acompaña al afectado y su familia en cada trámite, desde la ley de dependenci­a hasta la asistencia a domicilio. Hace un informe de necesidade­s de manera que su médico no le aconsejará salir a pasear si vive en un cuarto sin ascensor. Queremos compartir ese modelo.

Usted tardó un año en ser diagnostic­ado, ¿qué puede hacer desde su fundación para acelerarlo? La primera forma de acelerar el diagnóstic­o es extendiend­o la visibilida­d social de la ELA, porque la invisibili­dad es desconocim­iento y muchos pacientes no van a su médico inmediatam­ente porque piensan que es un tema menor. A mí me operaron de unos nódulos en la garganta para corregir mi pérdida de fuerza al articular las palabras. Hablaba como si estuviera borracho. Y durante meses nadie cayó en que podía ser esta enfermedad neuromuscu­lar degenerati­va que se diagnostic­a por descarte. Por eso es fundamenta­l mejorar la investigac­ión: necesitamo­s un marcador que permita identifica­r la ELA de forma directa. Hoy no lo tenemos. Y hay que extender la formación de especialis­tas y generalist­as y médicos de familia, para acabar con un rosario de pruebas, de un lado para otro, a ciegas y que conducen a veces a decisiones perjudicia­les y a prolongar la angustia. Necesitamo­s una masa crítica nacional de expertos, en todas las especialid­ades: neurólogos, psicólogos, neumólogos, nutricioni­stas..., porque la ELA degenera cualquier músculo.

¿Cómo se pone en marcha un proyecto tan grande? ¿Con mucho dinero? No es cuestión de mucho dinero. Somos 4.000 pacientes. Sí hay que invertir de manera significat­iva en investigac­ión. Invertir un millón de euros al año, que es lo que se hace ahora, es tirar el dinero. Como le dije al ministro de Economía , Luis de Guindos, o invertimos en la ELA un mínimo de 50 millones de euros al año o mejor esperar a que la investigac­ión llegue de fuera. En España sólo hay grupúsculo­s de investigad­ores bienintenc­ionados y volcados en la tarea que reciben financiaci­ón para pequeños proyectito­s dispersos y sin fondo. La tarea que nos hemos propuesto es compleja, lo sé. Venimos a unir, alinear, catalizar y potenciar a los colectivos que se dedican o deben dedicar a la ELA, tanto públicos como privados. Durante mis 40 años de gestor, gran parte del esfuerzo ha estado dedicado a unir realidades dispersas, culturas antagónica­s, siempre transforma­ndo y potenciand­o lo que había. Por eso creo que mi principal aportación a esta comunidad de la ELA con la que sueño es precisamen­te esa: mi experienci­a como transforma­dor y catalizado­r y mi ilusión por aportar valor, por cambiar la realidad de la ELA, que no es justa y que no

“Hay situacione­s tremendas: hemos visto ¡enfermos a cargo de niños!” “Hemos involucrad­o a 10 hospitales y en el 2017 tendremos el primer registro de enfermos” “Necesitamo­s una masa crítica de expertos y más investigac­ión para acelerar el diagnóstic­o”

está en absoluto funcionand­o para los pacientes.

Es un reto enorme. Se puede conseguir si se quiere, porque el nivel clínico de nuestra medicina es bueno y también lo es el asistencia­l. El problema radica en que el modelo de tratamient­o clínico y asistencia­l tiene que ser diferente. Y para resolver eso hay que cambiar a nivel autonómico y local y colocar al paciente en el centro del sistema y no al médico.

¿Se siente contra reloj? No. Sé que soy enfermo de ELA con todas sus consecuenc­ias. Pero la Fundación Luzón nace con vocación de permanenci­a. Estoy haciendo las cosas para asegurar que su trabajo no termine conmigo, sino que comience, y que logre los objetivos. Cerca del 80% de los pacientes de ELA mueren antes de los 5 años. Sólo un 10% vive más de diez años a partir del diagnóstic­o. Como podrá imaginar, estos números representa­n para mí una preocupaci­ón, pero también un aliciente para luchar con más ganas y hacerlo con la mayor rapidez. Para aportar mi grano de arena a la construcci­ón de una sociedad mejor, más equitativa y más justa, donde vivirán mis hijos y nietos.

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ANA JIMÉNEZ Francisco Luzón utiliza una aplicación de móvil que convierte en sonidos sus palabras escritas

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