Los próximos pasos
Me temo que el impacto de la presidencia del republicano puede ser más profundo fuera de EE.UU. que dentro
Xavier Vives analiza las consecuencias que puede tener la victoria de Trump en un mundo altamente influido por los populismos: “Al no reconocer los partidos tradicionales los problemas de fondo se abre la puerta a las soluciones populistas y simplistas, y a menudo xenófobas, tales como construir muros y poner aranceles. La gran división que se vislumbra como consecuencia de la digitalización y la globalización es entre gente con nivel de educación alto y bajo“.
Cuando Alicia (en el país de las maravillas, de Lewis Carroll) dice que no se puede creer en cosas imposibles, la reina le contesta que “a veces creía hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno”. La primera fue el resultado del referéndum sobre el Brexit el 23 de junio del 2016. Un imposible que se convirtió en posible a la hora del desayuno del día siguiente. El 8 de noviembre Donald Trump gana contra pronóstico a Hillary Clinton y el desayuno del día siguiente se atraganta a medio mundo. El 4 de diciembre dos noticias sacuden a Europa, el candidato de extrema derecha gana la presidencia en Austria y Renzi pierde el referéndum en el que ha apostado su carrera política. En marzo del 2017, el extremista Geert Wilders celebra su victoria en las elecciones en Holanda y cuestiona a la Unión Europea. En mayo, Marine Le Pen supera por sorpresa, y contra todo pronóstico, a Alain Juppé en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Le Pen pone en marcha los mecanismos para que Francia deje la Unión Europea. En octubre, Alternativa para Alemania, ante la profunda crisis europea, logra superar a la canciller Merkel y se convierte en la primera fuerza política.
Naturalmente, los acontecimientos futuros son ficcionales y no tienen por qué suceder, pero no son imposibles. Los movimientos de fondo, cuya primera manifestación fue el Brexit, en reacción a la Gran Recesión y a la globalización son conocidos. Las razones detrás del triunfo de Trump han sido expuestas de manera precisa por Manuel Castells en su artículo del sábado pasado. La clase trabajadora blanca del Rust Belt pierde la esperanza y se pasa a la solución populista. El hombre blanco sin estudios se ve amenazado por la globalización y los inmigrantes, y se le critica su comportamiento desde la corrección política. Nadie entiende sus problemas. En Michigan, Wisconsin y Pensilvania ven como algunas fábricas cierran y se trasladan a México. Nada sustancial las reemplaza. La clase media más acomodada también se siente amenazada. Los asesores cuantitativos de Trump intuyen la corriente de fondo y este se lanza a los feudos demócratas en lo que parece un intento desesperado del perdedor. Frente a esta realidad Clinton no ofrece un programa de actuación claro y creíble. Al no reconocer los partidos tradicionales los problemas de fondo se abre la puerta a las soluciones populistas y simplistas, y a menudo xenófobas, tales como construir muros y poner aranceles. La gran división que se vislumbra como consecuencia de la digitalización y la globalización es entre gente con nivel de educación alto y bajo. Esta es la gran fractura social que impide ver que los imposibles son posibles, entre otras razones porque los analistas forman parte del grupo más instruido.
Hay además dos elementos que explican la prevalencia de los populismos. El primero es la falta de liderazgo, la larga permanencia en el poder de Berlusconi en Italia, el éxito de Farage con el Brexit o la elección de Trump están relacionadas con la falta de atractivo de los políticos a los que se enfrentaban. El segundo es el desplazamiento del análisis de la realidad por el tuit y los discursos emocionales que dominan en los medios de comunicación de masas. Estos siguen el compás de los reality show (el mismo Trump se hizo famoso con uno de ellos) y las tertulias-espectáculo en donde supuestos expertos sostienen posiciones polarizadas para aumentar la audiencia, y en donde la mentira no es penalizada. El caldo de cultivo de las recetas simplistas del populismo está servido.
El impacto de la presidencia de Trump está por ver pero me temo que este puede ser más profundo fuera de EE.UU. y en el (des)orden internacional que dentro. En EE.UU. el sistema de contrapesos diseñado por los padres fundadores es muy potente y es de esperar que amortigüe las consecuencias de su presidencia. Ahora bien, este sistema de contrapesos no existe en el contexto internacional y es probable que la democracia liberal sufra. En efecto, las repercusiones en Europa pueden hacer los imposibles posibles. EE.UU. puede, además, hacer descarrilar los acuerdos de París sobre el cambio climático. Es pronto para anticipar las repercusiones en la economía de la presidencia de Trump. Es probable que un estímulo a corto plazo, recorte de impuestos para las rentas altas e inversión en infraestructura, aumente el crecimiento y el déficit, pero el efecto en el medio plazo se oscurece sobre todo si restringe la inmigración y el comercio internacional. Eso sí, sería paradójico que lo que no ha conseguido la política económica ortodoxa, levantar las expectativas inflacionistas, lo consiguiera Trump. En cualquier caso, su programa económico no tenía coherencia alguna, parecía sacado de... una tertulia televisiva.
Quisiera añadir como colofón una séptima cosa imposible a la lista de la reina de Lewis Carroll: en el 2017 Europa despierta, se da cuenta de que está sola en el mundo y de que no puede depender de EE.UU. y decide construir una defensa y una política de inmigración común, y completa las instituciones necesarias de solidaridad para que la unión económica y monetaria sea estable y genere prosperidad.