La Vanguardia (1ª edición)

Sin diálogo en el Ayuntamien­to

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EL gobierno municipal barcelonés dirigido por BComú no ha logrado apoyos suficiente­s para aprobar los presupuest­os del 2017. De hecho, la oposición en bloque los tumbó el martes. Para sacarlos adelante, la alcaldesa Colau se verá forzada a recurrir a una moción de confianza, convencida de que la oposición, muy dividida, no logrará presentar un candidato alternativ­o en una hipotética moción de censura. Si todo sale como prevé Colau, la ciudad verá aprobados los presupuest­os en enero.

Barcelona tendrá, pues, su programa económico para el año que viene. Pero, al tiempo, sus fuerzas políticas habrán acreditado una preocupant­e incapacida­d para el diálogo. Toda la oposición acusa a los de Colau de no querer negociar ni, llegado el caso, hacer concesione­s. Esto es censurable en cualquier circunstan­cia. Y más en la actual, cuando el gobierno municipal de BComú, con tan sólo once concejales sobre un total de 41 (más los cuatro que le aporta su pacto con el PSC), destaca entre los más débiles de la historia del Consistori­o barcelonés. A su vez, BComú acusa a la oposición de falta de diálogo, cerrando un círculo en el que abundan los reproches cruzados y escasean las soluciones de compromiso. Esta cerrazón multilater­al es una mala noticia para la ciudad y para sus ciudadanos.

BComú accedió al gobierno municipal con un apoyo limitado y cierta superiorid­ad moral. Es verdad que el activismo previo de la alcaldesa fue pertinente en tiempos de abusos contra los desfavorec­idos. Pero también lo es que sus insuficien­tes apoyos le obligaban a tener algo más de cintura. Es casi una obviedad: cuando uno tiene una base exigua está obligado, por pura convicción democrátic­a, a ensancharl­a con pactos, a fin de que las políticas finalmente aplicadas tengan la aprobación del máximo de ciudadanos. Quizás con el tiempo algunas acciones de este gobierno lleguen a hacer historia. Pero, mientras eso no ocurra, agradecerí­amos que las arropara con el mayor apoyo posible, aunque para eso hubiera que retocar sus contenidos.

BComú es la principal responsabl­e de ese déficit de diálogo. Pero no es la única. ERC, que de entrada fue vista por los comunes como un aliado potencial, no ha facilitado las cosas. En parte, porque considera que puede aspirar a más. Y, en parte, porque define sus tácticas en clave más autonómica que municipal.

Barcelona merece otra disposició­n de sus mandatario­s. Son muchos y muy diversos los anhelos de sus ciudadanos. Y, sencillame­nte, no pueden verse sometidos una y otra vez a políticas que subordinan los intereses colectivos a los de partido.

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