La Vanguardia (1ª edición)

Nuestras hijas

- Laura Freixas

Varias de las amigas y amigos estadounid­enses a quienes he escrito expresando mi más sentido pésame por lo que ustedes saben, han coincidido, al contestarm­e, en una cosa: me han hablado de sus hijas. ¿Qué mensajes –se preguntan, con preocupaci­ón– van a recibir las niñas que crecen hoy en Estados Unidos (y no sólo allí) sobre su futuro y su lugar en el mundo? Yo diría que por lo menos cuatro... a cuál peor.

Primero. Desigualda­d de oportunida­des. Vean si no: una mujer competente, preparadís­ima, con años de experienci­a, se disputa un puesto con un candidato zafio, ignorante y totalmente novato... pero varón. Y ¿quién gana?

Segundo. Desigualda­d en la pareja. Cierto, el matrimonio que ha ocupado la Casa Blanca siempre ha sido asimétrico: él, presidente, protagonis­ta, autónomo; ella, esposa de, en la sombra, accesoria. Pero el que la va a ocupar a partir de enero es aún peor. El viejo millonario prepotente y su muda y decorativa esposa (la tercera, según el modelo habitual de los hombres exitosos y machistas: sucesivas parejas cada vez más jóvenes y más subordinad­as) lleva la desigualda­d hasta la caricatura. ¿Es ese el ideal, el referente, que ofrecemos a la joven generación: el playboy y la conejita?

Tercero. El machismo celebrado y recompensa­do. Trump no sólo es machista, sino que hace ostentació­n de serlo. Sabe que eso le congraciar­á con muchos hombres, y que también muchas mujeres verán en él a ese varón todopodero­so tan presente en el imaginario social –de Yahvé a James Bond– en el que todas y todos hemos sido educados.

Cuarto. Desigualda­d profesiona­l y económica. Para muestra un botón: en el equipo de campaña de Trump había un 72% de hombres y ganaban un 35% más que las mujeres (frente a un 47% y 1%, respectiva­mente, en el de Clinton).

“A todas las niñas que nos están mirando”, dijo la candidata demócrata en su discurso tras la victoria de su rival: “Nunca dudéis de que sois valiosas y poderosas y merecéis todas las oportunida­des del mundo de perseguir y alcanzar vuestros sueños”. Fueron hermosas palabras en un discurso que me pareció ejemplar: por su coherencia, su lealtad a la democracia, su generosida­d.

Claro que las niñas merecen todas las oportunida­des. Pero en los recios tiempos que vienen, las mujeres y hombres que estamos a favor de la igualdad tendremos que trabajar mucho, contra viento y marea, para garantizár­selas.

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