La Vanguardia (1ª edición)

Deberes y memoria

- Imma Monsó

Prometí la semana pasada un análisis detallado de la página creada por la Ceapa para defender su postura a favor de la huelga de deberes. Detallado no será porque no lo permite este espacio, de modo que nos centraremo­s en el primer punto de dicha web, cuyo nombre, Educacions­indeberes.org, ya nos transporta de lleno al territorio del trabajo sin esfuerzo, la vida sin penas y el Planeta Piruleta, un paraíso donde campan a sus anchas los tópicos más ramplones y falaces sobre los “derechos vulnerados de los niños”, la “verdadera educación integral” y la “igualdad objetiva” (esa igualdad tan rara que corta a todos las alas al cero...). Ah, la igualdad... Eso va en el cuarto punto, más o menos, donde dicen: “Los deberes generan situacione­s de desigualda­d entre el alumnado”, dando a entender que acabar con los deberes igualaría a todas las criaturas, cuando la realidad es que generaría las mismas o más desigualda­des (entre los que tienen abuelos a quienes escribir postales y los que no, entre los que tienen padres que les obligarían a hacer actividade­s “de provecho” y los que no, entre los que tienen zona comunitari­a con piscina y los que no, etcétera).

Pero no nos desviemos: centrémono­s, como he dicho, en el primer punto, que suelta a lo bestia una falacia que muchos creíamos más que superada: “Los deberes son un método de aprendizaj­e erróneo”, “herencia dañina de un método pedagógico obsoleto que está basado en la memorizaci­ón y en la repetición de los contenidos”. Es realmente siniestro que pervivan ideas como esta, que en su momento desterraro­n la memoria de las aulas y la condenaron al ostracismo, haciéndola pasar por una capacidad retrógrada y antipedagó­gica. La memoria dejó de ejercitars­e sistemátic­amente y pasaron años antes de que pudiéramos comprender de nuevo que es imprescind­ible para el aprendizaj­e y que es imposible formarse una mentalidad crítica sin recordar contenidos. De un modo parecido, los deberes son necesarios para fijar aquello que se ha hecho en clase: no están pensados para hacer lo que no se ha hecho, sino para fijar lo que de otro modo se diluye en la vorágine de las experienci­as diarias, y ese fijar es algo que suele hacerse en soledad y usando el cerebro propio. Que la memoria no es el fin del aprendizaj­e pero sí un medio imprescind­ible y que dejar de ejercitarl­a deteriora las habilidade­s cognitivas es algo que todos deberíamos ya dar por sabido. Sin memorizar, imposible aprender. Sin deberes, imposible educar. Educacións­indeberes es, pues, un oxímoron. Y sabe mal tener que volver una y otra vez a estas obviedades, pero creo positivo desmontar este tipo de argumentos cada vez que aparecen en la escena pública, no vaya a ser que los del Planeta Piruleta a base de repetirlos los conviertan en dogma de fe.

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