El premio Comín elogia la dignidad de los refugiados
La entrega del XXXIII premio Alfonso Comín, ayer en el Ayuntamiento de Barcelona, se convirtió en un acto de reconocimiento a la dignidad de los refugiados. Como un guiño del destino, la ceremonia se celebró el mismo día que diez kurdos llegaron a Barcelona ocultos en un camión desde Turquía. Los premios son también un homenaje al político, periodista y sociólogo, entre otras muchas cosas, Alfonso Comín (1933-1980), cofundador de Cristianos por el socialismo y autor de obras como Cristianos en el partido, comunistas en la iglesia. La fundación que lleva su nombre y que preside su viuda, Maria Lluïsa Oliveres, ya había premiado en otras ocasiones a colectivos, como al pueblo de Nicaragua, al kurdo o al palestino. Ayer premió a los refugiados de Eko, unas 1.500 personas, la mayoría kurdos de Siria e Irak, que se quedaron varados en Grecia tras el cierre de fronteras de Macedonia. Hoy se hallan en el campo de Vasilika. Su odisea ha sido explicada por activistas y periodistas que enorgullecerían a Comín, como David Zorrakino, que recogió el premio en nombre de toda la comunidad de Eko. Alfonso Comín tiene varias plazas en Barcelona y una calle en Zaragoza, donde nació, que recuerda también su vertiente poética, la calle del poeta Alfonso Carlos Comín Ros. Uno de sus poemas resume el acto de ayer: “No el camino fácil, sino la vía estrecha / no la tristeza, sino la alegría (...)/ no la guerra, sino la paz”.