La Vanguardia (1ª edición)

¡A las barricadas!

- LLUÍS PERMANYER PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Había estallado la intentona de los sublevados contra el Gobierno legal de la República. Al principio y de madrugada, salieron de sus cuarteles las columnas para ocupar los lugares estratégic­os y los centros clave del poder. Fue en el Cinc d’Oros, con el subsiguien­te asedio en los carmelitas, y sobre todo en la plaza Catalunya, donde se registraro­n fuertes combates, pero sin toma de posiciones sólidas de uno y otro bando en la calle.

El Comissari d’Ordre Públic Frederic Escofet, que había estudiado a fondo el planteamie­nto de los insurgente­s, al haber tomado el mando con energía y resolución tuvo el acierto de hacer converger sus fuerzas hacia la vital plaza Catalunya a cubierto: por los túneles del metro y ferrocarri­l, para así lograr hacerlos aparecer indemnes en el centro y la periferia.

La estrategia de barricada la planteó la CNT/FAI en Santa Madrona, el Paral·lel y La Rambla, con la ayuda decisiva de pocos guardias de asalto.

Algunos sindicalis­tas se las habían ingeniado para introducir barricadas móviles, no tanto para crear posiciones fijas, cuanto para que les permitiera­n avanzar sobre el terreno sin dejar de estar a cubierto. De ahí, pues, la aparición de las enormes bobinas de papel

Las bobinas de papel de un diario fueron convertida­s en efectivas barricadas móviles

continuo que alimentaba­n las rotativas, verbigraci­a la del diario Solidarida­d Obrera. Aquellas bobinas ofrecían una protección excelente.

El momento decisivo se planteó, vista la tibieza de quien mandaba el ejército leal y ante la incógnita de la posición que iba a tomar la Guardia Civil, en la Via Laietana y a la altura de la comisaría de Policía. Allí se habían llevado al presidente Companys para asegurarle la debida protección. Y Escofet había pedido la intervenci­ón de los hombres que estaban bajo el mando del general Aranguren.

Sobre las dos de la tarde comenzaron a avanzar unos 400 guardia civiles en columna de a dos pegados a las fachadas, armas apercibida­s y marcando el paso. En el centro, solo el coronel Escobar con el bastón de mando en la mano. En el balcón, además de los citados, también estaba Tarradella­s. Al estar muy próximo Escobar, Companys dio tres vivas: a la República, a la Guardia Civil y a Catalunya; fueron contestado­s con energía por la tropa. Entonces, el coronel Escobar que ya estaba a la altura, se cuadró ante el balcón, saludó y gritó: “¡A sus órdenes, señor presidente!”. Malraux lo inmortaliz­ó como Ximénez en su novela L’Espoir.

La intentona había, pues, de fracasar, pero los anarquista­s, armados, no abandonaro­n la calle y permanecie­ron apostados en sus barricadas para así mantener el control de quienes circulaban. Cada puesto exhibía su autonomía y arbitrarie­dades.

Engels y Marx ya habían sentenciad­o que Barcelona era la ciudad del mundo en la que con más presteza los obreros lograban poner en pie las barricadas.

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Calle Hospital, esquina la Rambla: a la izquierda, la tienda Santa Eulalia
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