¡A las barricadas!
Había estallado la intentona de los sublevados contra el Gobierno legal de la República. Al principio y de madrugada, salieron de sus cuarteles las columnas para ocupar los lugares estratégicos y los centros clave del poder. Fue en el Cinc d’Oros, con el subsiguiente asedio en los carmelitas, y sobre todo en la plaza Catalunya, donde se registraron fuertes combates, pero sin toma de posiciones sólidas de uno y otro bando en la calle.
El Comissari d’Ordre Públic Frederic Escofet, que había estudiado a fondo el planteamiento de los insurgentes, al haber tomado el mando con energía y resolución tuvo el acierto de hacer converger sus fuerzas hacia la vital plaza Catalunya a cubierto: por los túneles del metro y ferrocarril, para así lograr hacerlos aparecer indemnes en el centro y la periferia.
La estrategia de barricada la planteó la CNT/FAI en Santa Madrona, el Paral·lel y La Rambla, con la ayuda decisiva de pocos guardias de asalto.
Algunos sindicalistas se las habían ingeniado para introducir barricadas móviles, no tanto para crear posiciones fijas, cuanto para que les permitieran avanzar sobre el terreno sin dejar de estar a cubierto. De ahí, pues, la aparición de las enormes bobinas de papel
Las bobinas de papel de un diario fueron convertidas en efectivas barricadas móviles
continuo que alimentaban las rotativas, verbigracia la del diario Solidaridad Obrera. Aquellas bobinas ofrecían una protección excelente.
El momento decisivo se planteó, vista la tibieza de quien mandaba el ejército leal y ante la incógnita de la posición que iba a tomar la Guardia Civil, en la Via Laietana y a la altura de la comisaría de Policía. Allí se habían llevado al presidente Companys para asegurarle la debida protección. Y Escofet había pedido la intervención de los hombres que estaban bajo el mando del general Aranguren.
Sobre las dos de la tarde comenzaron a avanzar unos 400 guardia civiles en columna de a dos pegados a las fachadas, armas apercibidas y marcando el paso. En el centro, solo el coronel Escobar con el bastón de mando en la mano. En el balcón, además de los citados, también estaba Tarradellas. Al estar muy próximo Escobar, Companys dio tres vivas: a la República, a la Guardia Civil y a Catalunya; fueron contestados con energía por la tropa. Entonces, el coronel Escobar que ya estaba a la altura, se cuadró ante el balcón, saludó y gritó: “¡A sus órdenes, señor presidente!”. Malraux lo inmortalizó como Ximénez en su novela L’Espoir.
La intentona había, pues, de fracasar, pero los anarquistas, armados, no abandonaron la calle y permanecieron apostados en sus barricadas para así mantener el control de quienes circulaban. Cada puesto exhibía su autonomía y arbitrariedades.
Engels y Marx ya habían sentenciado que Barcelona era la ciudad del mundo en la que con más presteza los obreros lograban poner en pie las barricadas.