La Vanguardia (1ª edición)

Coherencia y trabajo

- JORGE DE PERSIA

Se puede plantear de distintas maneras un proyecto de consolidac­ión artística, y en este que estamos siguiendo en estos meses de la Orquesta del Liceu, contra viento y marea, vemos ya definidas algunas caracterís­ticas. Por un lado coherencia, y además sensibilid­ad. Lo explico. La orquesta está inmersa en la música de Mozart por la ópera de estos días, y ahora por este concierto; qué mejor ejercicio podíamos pedir para llegar al Richard Strauss que les espera. La sensibilid­ad, que da lugar a esta coherencia por otra parte, concierne al programa del concierto que comentamos.

Un Réquiem de Mozart que se debe trabajar muy a fondo para conmover, pero permite a los coros del Liceu un ejercicio singular, que exige otra mentalidad –aunque tenga momentos de ópera– y un buen trabajo que se vio especialme­nte en las cuerdas altas. Pediríamos más agilidad en algunos pasajes de bajos en los números iniciales, pero también más libertad (difícil aún con una orquesta de ópera), y se vio buena cohesión y sutileza en los planos en el Lachrimosa, por ejemplo. Los solistas trabajaron con eficacia, y es de destacar la labor de barítono y mezzo en cuanto a calidez y cuerpo vocal, que alternó con una buena presencia de soprano y tenor. De la orquesta, que es de lo que empezamos hablando, inimaginab­le un trabajo como éste hace un par de años. Ha renovado violoncelo­s y bajos, reforzado cuerda alta, y –aunque queda por hacer en vientos– hay muy buenas perspectiv­as.

La parte inicial del programa fue la más sensible y armónica, ya que la conjugació­n de la Música para un funeral masónico con su gesto simbólico hacia el Réquiem y la concepción ideológica que sustenta nos lleva a otro tema central para cualquier proyecto. La idea del trabajo, del compromiso, algo afín por cierto a la masonería, como la libertad. Y ambos conceptos se hicieron evidentes en la versión del Concierto para piano en La mayor de Mozart, en que la orquesta hizo una labor ejemplar. Con un lúcido y libre tratamient­o de contrastes en los juegos de dinámicas y tímbricos, con estupenda dirección. Y llegamos al momento del solista, el muy joven pianista barcelonés Ignasi Cambra –26 años–, que hizo un brillante ejercicio de musicalida­d y también de libertad, asumiendo tempos, dejando ver un sonido delicado, bello, y una intensidad expresiva que se desató en el Allegro final llevándose a la bien dispuesta orquesta.

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