Coherencia y trabajo
Se puede plantear de distintas maneras un proyecto de consolidación artística, y en este que estamos siguiendo en estos meses de la Orquesta del Liceu, contra viento y marea, vemos ya definidas algunas características. Por un lado coherencia, y además sensibilidad. Lo explico. La orquesta está inmersa en la música de Mozart por la ópera de estos días, y ahora por este concierto; qué mejor ejercicio podíamos pedir para llegar al Richard Strauss que les espera. La sensibilidad, que da lugar a esta coherencia por otra parte, concierne al programa del concierto que comentamos.
Un Réquiem de Mozart que se debe trabajar muy a fondo para conmover, pero permite a los coros del Liceu un ejercicio singular, que exige otra mentalidad –aunque tenga momentos de ópera– y un buen trabajo que se vio especialmente en las cuerdas altas. Pediríamos más agilidad en algunos pasajes de bajos en los números iniciales, pero también más libertad (difícil aún con una orquesta de ópera), y se vio buena cohesión y sutileza en los planos en el Lachrimosa, por ejemplo. Los solistas trabajaron con eficacia, y es de destacar la labor de barítono y mezzo en cuanto a calidez y cuerpo vocal, que alternó con una buena presencia de soprano y tenor. De la orquesta, que es de lo que empezamos hablando, inimaginable un trabajo como éste hace un par de años. Ha renovado violoncelos y bajos, reforzado cuerda alta, y –aunque queda por hacer en vientos– hay muy buenas perspectivas.
La parte inicial del programa fue la más sensible y armónica, ya que la conjugación de la Música para un funeral masónico con su gesto simbólico hacia el Réquiem y la concepción ideológica que sustenta nos lleva a otro tema central para cualquier proyecto. La idea del trabajo, del compromiso, algo afín por cierto a la masonería, como la libertad. Y ambos conceptos se hicieron evidentes en la versión del Concierto para piano en La mayor de Mozart, en que la orquesta hizo una labor ejemplar. Con un lúcido y libre tratamiento de contrastes en los juegos de dinámicas y tímbricos, con estupenda dirección. Y llegamos al momento del solista, el muy joven pianista barcelonés Ignasi Cambra –26 años–, que hizo un brillante ejercicio de musicalidad y también de libertad, asumiendo tempos, dejando ver un sonido delicado, bello, y una intensidad expresiva que se desató en el Allegro final llevándose a la bien dispuesta orquesta.