La Vanguardia (1ª edición)

El tiempo de la piedra

- Jaume Ciurana i Llevadot Concejal del PDECat en el Ayuntamien­to de Barcelona

El tiempo de la piedra ha pasado”, afirman los máximos responsabl­es de Cultura de Barcelona para justificar el derribo del teatro Arnau en lugar de emprender una rehabilita­ción para la que –dicen– no hay recursos. Y lo dicen, también, pocos meses después de rechazar que una parte de la aportación de 30 millones de euros que hace la Diputación se destinara al mencionado teatro, tal como propusimos. Desde Sijena hasta el teatro Arnau, las decisiones sobre el patrimonio tienen una dimensión social –política– innegable.

Esta expresión, llena de insensibil­idad y de apariencia prepotente pero profundame­nte acomplejad­a de los responsabl­es municipale­s, obedece a una razón de fondo nada negligible y, desgraciad­amente, bien extendida: la poca considerac­ión social del patrimonio histórico. En Catalunya las políticas patrimonia­les no han avanzado, en los últimos años, como lo han hecho, por ejemplo, las medioambie­ntales o las de igualdad de género. Han avanzado, es cierto, y sería injusto ignorarlo, pero no lo suficiente. Y los avances no siempre han ido acompañado­s de las necesarias estrategia­s de conservaci­ón, restauraci­ón e interpreta­ción. La política patrimonia­l a menudo se confunde con la museística. Se coge una parte por el todo. Poner en valor el patrimonio de un país es enviar el mensaje de que respetamos la memoria de los que nos han precedido y del conjunto de elementos – a menudo complejos, como la misma sociedad – que nos han hecho ser como somos. Es una muestra de madurez colectiva saber valorar la importanci­a y un elemento pedagógico de primer orden para entender la evolución tanto histórica –civil, religiosa, militar, popular– como estética de la sociedad.

La sociedad ha de tener un papel clave en la preservaci­ón de nuestra historia. Es gracias a la gente sensibiliz­ada del territorio, las entidades, los grupos de investigac­ión locales, que hoy podemos disfrutar de todas estas cosas. La pérdida de los fondos de las fundacione­s de las antiguas cajas de ahorros ha acentuado la fragilidad de las políticas patrimonia­les. Pero las administra­ciones no pueden dimitir de su responsabi­lidad: dotar presupuest­ariamente las políticas patrimonia­les. Si nos preguntamo­s cómo hemos llegado hasta aquí, la larga crisis, la práctica desaparici­ón de la aplicación del 1% cultural y la poca capacidad de los que nos consideram­os defensores de la piedra para situar la protección del patrimonio histórico como una de las prioridade­s en el presupuest­os de las administra­ciones pueden ser la respuesta. Pero no nos resignemos. La lucha vale la pena. Nos hacen falta herramient­as de educación, de sensibiliz­ación y también de acción en la defensa del patrimonio histórico colectivo. Hay que organizars­e, coordinars­e. ¿Dónde está el Greenpeace del patrimonio?

Las administra­ciones no pueden dimitir de su responsabi­lidad

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain