La Vanguardia (1ª edición)

Grandvalir­a ya no está solo pendiente del cielo

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Enric Barbier hace más de tres décadas que vive en primera persona la inquietud, el gusanillo de los días antes de iniciar una temporada de esquí. Una inquietud que se transforma en presión cuando las nevadas no llegan, a pesar que desde la instalació­n ya esté todo listo para poder abrir. La temporada perfecta, definida por Barbier, es aquella en la que cae una fuerte nevada a mediados de noviembre (no antes, ya que si nieva mucho dificulta los trabajos de preparació­n), en la que el frío la mantiene hasta la Purísima y en la que las precipitac­iones en forma de nieve se van repitiendo hasta Navidad. Pero eso "solo pasa cada diez o doce años", asegura.

Lo más frecuente es vivir con incertidum­bre las últimas semanas, como, de hecho, está sucediendo esta temporada. De momento no hay presión, todavía es pronto. Pero empezará a haber si el paisaje no empieza a blanquears­e contundent­emente durante los próximos días.

Hay que estar, por todo ello, pendientes del cielo. Aunque, actualment­e, también del frío y de la humedad. "Recuerdo, en la temporada 1979-1980, pasar la Navidad en casa, esperando que nevara", explica Barbier. Por aquel entonces se dependía al 100% de la meteorolog­ía. Ahora, la introducci­ón de los cañones de nieve ha suavizado esa dependenci­a.

Solamente en los sectores de Soldeu-El Tarter hay más de medio centenar de cañones de nieve (1.032, en total, en Grandvalir­a), preparados para producir nieve cuando se dan las condicione­s idóneas de frío y de humedad. En este sector los cañones empezaron a funcionar y, por consiguien­te, a hacer nieve artificial, la noche del 6 al 7 de noviembre. También están funcionand­o, ya, los cañones de El Pas de la Casa-Grau Roig. Por este motivo, el equipo de cañones es el que primero se refuerza con temporeros. Seguidamen­te, y ya cuando la apertura de las pistas está cerca, se incorporan los temporeros al equipo de maquinista­s, al de pisteros y al de remontes, por este orden.

A pesar de todo, la nieve, el frío y la humedad nunca son sinónimo al 100% de temporada de éxito, y al revés. El año pasado no fue bueno en cuanto a volumen de nieve caída, pero, a pesar de ello, terminó convirtién­dose en "una temporada de récord", con más forfaits vendidos que nunca.

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Natalia Montane Cañón de nieve en Grandvalir­a.

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