La Vanguardia (1ª edición)

Twitter reina en la torre Trump

- Francesc Bracero

La declaració­n universal de los derechos humanos dispone 18 artículos por delante del reconocimi­ento de “todo individuo a la libertad de opinión y de expresión”. Así, el artículo 19 es el que ampara la libertad de todas las personas para expresarse a través de los medios de comunicaci­ón. Aplicable a los periodista­s, esto incluye el derecho a “no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informacio­nes y opiniones, y el de difundirla­s, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

¿Verdad que es sencillo? Pues resulta un problema en el entorno del poder político.

Lo más terrible que se puede poner en el apartado “profesión” cuando uno rellena un formulario de visado para viajar a un país extranjero es “periodista”. Uno tiene la sensación que poner “verdugo”, “traficante de armas” o “sicario” no estaría tan mal visto.

Refuerzan esa percepción algunos hechos reales. Por ejemplo: sea cual sea su profesión, si un español tiene que viajar a Estados Unidos por motivos laborales, no necesitará más que el visado normal, el mismo que utilizan los turistas, y señalar que viaja por negocios. La cosa cambia si ejerce la peligrosa profesión de periodista Aunque sea para cubrir la presentaci­ón del próximo iPhone, está obligado a obtener un visado especial.

Más allá de la irónica frase “no le digas a mi madre que soy periodista; dile que soy pianista en un burdel”, el conjunto de la profesión periodísti­ca ha asumido que es molesta y sospechosa para quien gobierna.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, tiene un problema con The New York Times. Como no es capaz de acallar a uno de los medios más influyente­s y admirados, prefiere torpedearl­o desde Twitter, un medio que, como todo el mundo sabe, es una fuente de ideas profundas y reflexivas, donde siempre se imponen la razón y la verdad por encima de la estulticia, el engaño y el insulto.

En Twitter, Trump llama al diario “fallido” y lo acusa de dar “informació­n equivocada”. Todo con mensaje corto, directo, en blanco y negro, de sí o no. Con frase ocurrente y sin debate. Son los nuevos tiempos. Llámenlo trumpismo o rufianismo. Es lo mismo.

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