Tintín y el periodismo
CREO que era en Informe sobre la información (1963) donde Manolo Vázquez advertía a los periodistas: “Curiosa profesión que aglutina a supermanes y a oficinistas, a políticos y a campeones del juego de los chinos”. En el tiempo que ha pasado desde que escribió aquel libro iniciático para los aspirantes al oficio, hemos descubierto que Superman se rompió la crisma en un vuelo, que los oficinistas han desaparecido de las empresas, que los políticos han perdido la consideración social y que ya nadie juega a los chinos sino al Candy Crush.
Muchos, más que desear ser periodistas como Clark Kent, que se pasaba el tiempo metido en la redacción, soñábamos con ser Tintín, que recorría la Tierra de punta a cabo, e incluso la Luna. El personaje de Hergé sigue vivo, manteniendo su encanto generación tras generación, a pesar de que sus pantalones de golf resulten un anacronismo. Esta misma semana se ha pagado por una plancha con doce viñetas más de un millón y medio de euros en una subasta en París.
Lo realmente curioso de Tintín es que a lo largo de una veintena de álbumes no escribió un solo artículo. Únicamente en Tintín en el país de los soviets, el primero de la serie, se le ve redactar una crónica en un frío albergue ruso, mientras espera la celebración de elecciones locales de los soviets. La noticia la dobla, la introduce en un sobre, pero nunca la envía.
El periodismo escrito no ha perdido encanto ni poder de seducción. Spotlight, la película que obtuvo el último Óscar de Hollywood, narra la investigación periodística sobre los abusos a menores por parte de sacerdotes del estado de Massachusetts. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y mucha gente cree que sólo con las redes sociales puede saber qué ocurre en el mundo. En Estados Unidos, el 66% considera Facebook su periódico de cabecera, y ya saben lo que ha pasado. Así que hay vida para el buen periodismo escrito, sobre todo en tiempos de tanto desconcierto.