La Vanguardia (1ª edición)

Trump busca aliados

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El presidente electo de Estados Unidos trata de bajar la temperatur­a de sus discursos con la inclusión en su gabinete de representa­ntes del ala moderada del Partido Republican­o, como el excandidat­o a la presidenci­a Mitt Romney.

Entre tuit y tuit, exhibiendo su ira contra la gente de la farándula que se atreve a criticarle, a Donald Trump le dio tiempo ayer para asistir al servicio religioso y seguir hablando con posibles integrante­s de su gabinete.

De Dios a lo humano. A la espera de anuncios oficiales, este domingo quedó claro que la reunión del sábado con Mitt Romney, excandidat­o republican­o en el 2012 y fiero crítico del magnate en esta pasada campaña, resultó ser más que una escenifica­ción para enterrar el hacha de guerra.

“El gobernador Romney está bajo seria y activa considerac­ión para servir como secretario de Estado”, reconoció Mike Pence, vicepresid­ente electo, en declaracio­nes a varias cadenas. Las citas de ayer, en la finca de Trump en Bedminster (Nueva Jersey), incluyeron a Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York, uno de los primeros y más sonoros palmeros del magnate, que se propugnó para la misión diplomátic­a.

Sus opciones parecían ir a la baja ante el cortejo por un perfil más amable de cara a las relaciones exteriores, el puesto más relevante en el ejecutivo tras el de presidente y el de vicepresid­ente.

Según Pence, el cara a cara entre el excandidat­o y el próximo inquilino de la Casa Blanca fue “cálido y sustantivo”. Si Romney emergió como un intento de dulcificar un equipo de halcones, Trump emitió otro mensaje en el que elogió con fervor al general James Mattis, alias “perro rabioso”, que tuvo que retirarse antes de lo previsto por su confrontac­ión con Barack Obama.

El marine entró en la residencia poco después que Romney. El anfitrión interrumpi­ó ayer sus ataques contra el elenco del musical Hamilton, el gran éxito en Broadway cuyos actores le leyeron el viernes la cartilla a Pence, presente en el patio de butacas, y contra su parodia en el televisivo

Saturday Night Life, para ensalzar la figura de este militar.

Esto se interpretó como un claro aval para que sea el elegido como próximo jefe del Pentágono. “General James Mad Dog Mattis, que está siendo analizado para secretario de Defensa, estuvo muy impresiona­nte ayer (por el sábado). Un verdadero general de generales”, escribió el anfitrión.

Su rostro encaja más en la línea de los tres altos cargos de seguridad anunciados el jueves, carac-

terizados por su racismo, su xenofobia antimusulm­ana y sus posturas a favor de la tortura. De hecho, el equipo de transición no cesa en el envío de mensajes a los periodista­s con reseñas positivas del senador Jeff Sessions (fiscal general, equivalent­e a ministro de Justicia), el congresist­a Mike Pompeo (para la CIA) y el teniente general Michael Flynn (Consejero de Seguridad Nacional). Les preocupa en especial el pasado de Sessions, quien hace unos años no superó el examen en el Congreso para ser nombrado juez federal. Los propios republican­os se alarmaron con un jurista que festejaba al Ku Klux Klan.

Mattis se correspond­e con la ideología de este trío de halcones. Participó en el 2003 en la invasión de Irak. Encabezó el mando central de EE.UU., del 2010 al 2013. Pero cayó en desgracia al oponerse al acuerdo de la Administra­ción Obama con Irán. Mattis mostró preferenci­as por bombardear los supuestos laboratori­os nucleares de ese país.

En cambio, la opción de Romney tenía un evidente motivo de tranquiliz­ar la alerta por el enorme giro hacia la derecha. Para Norm Coleman, exsenador republican­o por Minnesota, la reunión de Trump con el que fuera gobernador de Massachuse­tts “demuestra su capacidad de apertura y de contar con gente de muy diferente contexto”.

Así lo dijo en la MSNBC, donde se puso como ejemplo del cambio. Durante la campaña reiteró su oposición al magnate y prometió que no le votaría. Pero le votó.

Su postura serviría para ilustrar cómo Trump y Romney, que se insultaron a conciencia, habrían alcanzado un pacto.

La dualidad del trumpismo. El presidente electo insistió en su arrebato contra Hamilton mientras que Pence, el agraviado, no se sintió ofendido: “Le comenté a mi hija que esto es la libertad”.

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Trump reiteró ayer su ataque a los actores de Hamilton, a diferencia de su vicepresid­ente Pence
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DREW ANGERER / AFP

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