La Vanguardia (1ª edición)

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La influencia del nuevo presidente norteameri­cano en las conclusion­es de la cumbre climática de Marrakech, y las consecuenc­ias que ha dejado la crisis en la composició­n de la sociedad española.

MARRAKECH clausuró el sábado la cumbre por el clima con algunos avances y una gran incertidum­bre. En la reunión que las Naciones Unidas organizaro­n en la ciudad magrebí, la apuesta por la lucha contra el calentamie­nto de la Tierra, que se fijó hace un año en París, no sólo permanece sino que se refuerza. Pero la amenaza de que la llegada de Donald Trump a la presidenci­a de EE.UU. se concrete en una marcha atrás del país más poderoso –y uno de los más contaminan­tes– del mundo se erigió en el gran interrogan­te del futuro. La cuestión es si la incertidum­bre Trump forzó los avances de Marrakech o si, por el contrario, esos logros obligarán a un cambio en la anunciada política regresiva de la administra­ción Trump, que niega el problema.

El dato más positivo de la cumbre es el irreversib­le avance hacia una “economía limpia” para limitar el calentamie­nto del globo a lo más cerca de 1,5ºC a finales de siglo, según acordaron los 195 países reunidos en París en el 2015, un objetivo que corroborar­on todos los delegados, incluidos los representa­ntes de China e India –otros dos grandes contaminad­ores de la atmósfera– y los de Arabia Saudí, el primer exportador mundial de crudo, lo que da cuenta de la importanci­a de los acuerdos. Para llegar a aquel objetivo, los reunidos insistiero­n en tres ejes: seguir apostando por las renovables, animar a las empresas a las inversione­s limpias y descarboni­zar la economía. Algunos de los países citados, u otros, podían haber mantenido una actitud de espera a las primeras decisiones en esta materia de la nueva Casa Blanca estadounid­ense. Pero, afortunada­mente, prefiriero­n seguir avanzando en la planificac­ión y en las contribuci­ones que deberán hacer públicos todos y cada uno de los países antes del 2020, según se acordó en París, confirmand­o el carácter irreversib­le de la lucha global contra el calentamie­nto de la Tierra. Incluso de Marrakech se salió con la convicción de que con los objetivos marcados en París no hay suficiente, y es preciso avanzar aún más para evitar que las emisiones nocivas sigan creciendo por encima de las reduccione­s.

Sin embargo, frente a la voluntad de la mayoría de los países se levanta la incógnita de la administra­ción Trump. Una de las primeras decisiones que tomó el presidente electo fue pedir a sus asesores que estudien la forma más rápida de abandonar “el cuento chino” de los acuerdos de la cumbre de París. Tiene varias opciones: mediante una orden presidenci­al; con el voto del Senado, de mayoría republican­a, o simplement­e retirando a Estados Unidos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992. Otra decisión ha sido nombrar a un negacionis­ta del cambio climático, Myron Ebell, director de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), favorable al carbón, al petróleo, al fracking y a dar marcha atrás al desarrollo de las energías renovables. Por tanto, las señales son claras.

¿Es posible avanzar en la lucha contra el cambio climático sin Estados Unidos? La respuesta es sí, pero... El actual secretario de Estado, John Kerry, afirmó en Marrakech que la mayoría de sus compatriot­as comparte la necesidad de salvar el planeta, con lo que insinuó que la administra­ción Trump podría enfrentars­e a serias dificultad­es si persiste en negar el problema. Pero hará falta algo más para superar la cuestión: un liderazgo mundial. Y, ahí, las miradas se dirigen a Europa.

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