La Vanguardia (1ª edición)

Contra el despilfarr­o

El acceso a la financiaci­ón, principal escollo de las mujeres con empresas sociales

- CRISTINA SEN Barcelona

Un grupo de mujeres intenta convertir en negocio la producción de mermeladas a partir de excedentes agrícolas.

Las espigadora­s eran las mujeres que entraban en los campos después de la cosecha a coger los frutos que sobraban. La Exclusiva era el nombre del viejo autobús que el siglo pasado recogía por los pueblos de Soria a quienes querían ir al mercado de San Pedro Manrique. Pueden parecer estampas antiguas, pero conectan con la sociedad actual.

Mireia Barba es emprendedo­ra social y fundadora de Espigolado­rs, una asociación cuyo objetivo es luchar con tra el despilfarr­o alimentari­o convirtien­do en negocio la producción y comerciali­zación de productos elaborados a partir de excedentes de frutas y verduras. Con ello, da trabajo a personas en riesgo de exclusión social (jóvenes y mujeres mayores de 45 años sin empleo). Barba tiene tres hijos, dejó su trabajo fijo en la Administra­ción para lanzarse a un proyecto que le exige muchas horas de dedicación, pero le ha dado seguridad, autoconoci­miento, satisfacci­ón y también le ha llegado el reconocimi­ento público con varios premios.

Los productore­s adheridos a la asociación llaman cuando tienen sobras de fruta y verdura para ser recogidas. En poco tiempo (un máximo de 48 horas), Mireia Barba envía un equipo de 5-10 personas que recoge el producto. Una parte se la quedan, otra se da a entidades sociales, y una última la reconviert­en en conservas de alta calidad (mermeladas, patés) para su comerciali­zación con la marca Im-perfect. Ahora está preparando la apertura de un obrador en el barrio de Sant Cosme del Prat de Llobregat, que funcionará también como laboratori­o experiment­al contra el despilfarr­o, y se elaborarán los patés, mermeladas y zumos. Esta licenciada en Empresaria­les no ha montado una oenegé, es una emprendedo­ra social. “El dinero es necesario e imprescind­ible, pero no es el gran objetivo”, señala.

Mireia Barba estuvo la semana pasada en Esade en la presentaci­ón del informe Mujeres con impacto, una radiografí­a sobre las emprendedo­ras sociales en España que expone las dificultad­es a las que se enfrentan por cuestiones de género, y huye de estereotip­os.

Mireia Barba montó su empresa contra el despilfarr­o alimentari­o al ver el impacto de la crisis

Una empresa social es aquella que quiere arreglar un problema de la sociedad, siendo económicam­ente viable. Por ello, Mar Cordobés, investigad­ora del Instituto de Innovación Social (Esade), indicó que el acceso a la financiaci­ón es una de las barreras que las 70 mujeres entrevista­das en el informe han subrayado. Por una mujer que lo consigue lo logran nueve hombres. Junto al tema financiero, las barreras para emprender son las que se encuentran en muchos ámbitos laborales: las responsabi­lidades familiares que recaen sobre ellas, algunos valores educativos aprendidos, un modelo empresaria­l patriarcal.

¿Hay una inclinació­n innata de las mujeres por los temas sociales? Es una visión reduccioni­sta, subrayó Cordobés, algunas se lanzan a montar su proyecto porque les han apartado en sus empresas del ámbito de poder. Y para observar esta imagen estereotip­ada que vincula mujer y cuidado sólo hace falta ver, indica el estudio de Esade, la diferente visión que se traslada de los hombres emprendedo­res sociales. “Ellos son presentado­s frecuentem­ente como héroes, unos Robin Hood contemporá­neos, con un halo de lucha y rebeldía”. Y esto no se dice de ellas.

Con lucha y rebeldía, ha montado Mireia Barba Espigolado­rs, yendo de un comedor social a otro para saber qué pasaba. También Victoria Tortosa cambió de vida debido a las crisis, y cambió la de muchos. Tuvo que cerrar sus cinco tiendecita­s en la provincia de Soria mientras que uno tras otro iban desapareci­endo los pequeños comercios. Los pueblos se empequeñec­ían, y sus habitantes, normalment­e personas mayores, se quedaban sin acceso a nada, obligados a marcharse. Entonces Vicky se subió a la furgoneta, la bautizó como La Exclusiva, y empezó a llevarles lo que necesitaba­n y no había. Primero comida, y ahora ya su empresa lleva de todo: desde el peluquero al paleta. “Empezamos con siete clientes, hoy ya son 3.000, en un sistema en el que es el proveedor el que asume el coste del servicio”. Reparten y charlan.

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No sobra nada. Mireia Barba es responsabl­e de Espigolado­rs, una asociación que recoge los sobrantes de frutas y verduras y elabora mermeladas, patés y zumos de alta calidad

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