La Vanguardia (1ª edición)

Mossos infiltrado­s entre líneas

- EL RUNRÚN Màrius Serra

En enero del 2004, a raíz del festival BCNegra que ya impulsaba el incombusti­ble Paco Camarasa, entrevisté para el programa Alexandria del Canal 33 a Alicia Giménez Bartlett, que acababa de publicar la sexta de las diez novelas protagoniz­adas por la inspectora Petra Delicado:

Un barco cargado de arroz (Planeta). Giménez Bartlett ya se empezaba a plantear la posible incidencia de los Mossos en las novelas policíacas ambientada­s en Catalunya. En el programa también intervino la entonces consellera de Interior, Montserrat Tura, que demostró ser una buena lectora del género. Cuatro años más tarde descubrí una espléndida novela escrita por un miembro de la sección científica de los Mossos d’Esquadra: La mala dona de Marc Pastor (La Magrana). Era su segunda novela y obtuvo el premio Crims de Tinta. He seguido leyendo a Pastor en otros registros más allá de la narrativa policiaca, y la verdad es que resulta un autor muy convincent­e. Tanto, que ya está traducido a ocho lenguas. La última novela suya que leí, Bioko (Ara Llibres), combina la narrativa de aventuras con la ciencia ficción y la novela negra, y su imaginario hacer prever que tendrá una larga carrera. También Víctor del Árbol, premio Nadal 2016 con La vista de casi todo (Destino), trabajó de mosso hasta el 2012.

Hace dos fines de semana, en el festival Vilassar Noir, descubrí que el virus de la escritura novelístic­a prolifera en el cuerpo de los Mossos d’Esquadra. Aún no les he leído, pero escuché con interés lo que contaban dos mossos novelistas más: Francesc Xavier Álvarez Llaberia y Rafa Melero Rojo. El primero, después de haber escrito diversos manuales en su campo de perfilació­n criminal, debuta en la novela con No abandonis quan el rastre és

calent (Ara Llibres). Aborda el tráfico de menores con un conocimien­to de causa que asusta. El segundo ya va por su tercer título. Tras recrear los casos del comisario Xavi Masip en La ira del Fènix (2014) y La penitència de l’alfil (2015) ahora cambia el punto de vista del policía por el del delincuent­e y acaba de publicar Ful (2016), siempre en la editorial Alrevés. Melero, que se crió en Lleida, ha trabajado de mosso en media docena de ciudades catalanas. Tenía su aquel escucharle mientras explicaba que su especialid­ad son los procedimie­ntos de investigac­ión, que es donde se siente seguro, pero que se lo había pasado en grande metiéndose en la mente del delincuent­e, que siempre hace lo que quiere. Ya sabíamos que un método de trabajo habitual de la policía es la infiltraci­ón, pero los (otros) escritores no sospechába­mos que tantos mossos se infiltrarí­an en nuestras filas. Ya falta poco para que un policía escriba la gran novela sobre el procés desde el punto de vista de cargo electo detenido por desobedien­cia.

Sorprenden­temente, el virus de la escritura novelístic­a prolifera entre los miembros del cuerpo de los Mossos d’Esquadra

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